Confianza inversionista
Cuando avanzaban las campañas para las elecciones presidenciales este año, un grupo selecto de inversionistas extranjeros no pidió algunos conceptos sobre la viabilidad de crecidas intenciones para traer capitales fuertes para el desarrollo de extraordinarios procesos de expansión turística. Fueron varias las deliberaciones, las cifras analizadas, las estadísticas, el flujo de crecimiento, especialmente en la Región Caribe donde tenían focalizados sus proyectos inversionistas. El estudio de factibilidad que adelantaban lo tenían detenido porque, así lo expresaron varias veces, tenían miedo. Si, así de sencillo, miedo. A invertir, a depositar confianza en un país que vieron en ese momento dudoso de sus expectativas económicas futuras.
En la industria mundial del turismo nadie invierte ni a mediado ni a largo plazo si no hay seguridad jurídica y economía que ampare con garantía el retorno del capital. En ese campo la especulación con la incógnita y la esperanza no tienen cabida. Nos dijeron escuetamente que la posibilidad de que el candidato Petro ganara las elecciones los desanimaba de entrar a Colombia. El candidato mencionado ya había expresado en repetidas veces que ingresaría al estudio de las confiscaciones a la propiedad privada, disfrazadas las frases, a la incautación de capitales productivos, especialmente en el agro colombiano; a la concentración tributaria fuerte sobre los grandes capitales asociativos y a explotar ese populismo romántico y obsoleto de reforzar el avance socioeconómico de los estratos bajos a costa del detrimento institucional de los capitales productivos que producen empleo y desarrollo.
Tratamos en vano de persuadirlos de que era una exageración estos conceptos que traían de sus orígenes. Pero comprendimos en el fondo que era previsible su temor. La fortaleza de sectores de producción en variantes como la del turismo, que necesitan un severo apalancamiento para sobrevivir o dar el salto exitoso después de los puntos de equilibrio, son factores que la Organización Mundial del Turismo (OMT) instruye estrictamente a sus afiliados para evitar desmoronamientos prematuros, a veces en el mismo inicio, de cuantiosas inversiones en el sector, como ha sucedido recientemente en algunos países latinoamericanos, como México y Brasil.
Así como este caso, hubo cientos semejantes en los campos de la industria y el comercio, sobre todo en maquinarias pesadas y en el terreno de las franquicias. Nos enteramos de varios aspectos en este sentido –que afortunadamente parecen haber superado el temor esparcido por las redes sociales–, como por ejemplo el rumor de que Colombia podría fácilmente repetir el caso de Venezuela.
Nuevas conversaciones se avecinan con los inversionistas del turismo, esperando que los resultados electorales les hayan traído tranquilidad. Meterse la mano al bolsillo para vivir a la incertidumbre de una aventura es un aspecto muy vulnerable. La Costa Caribe espera que esta prevención haya cesado y que podamos presenciar pronto nuevas rutas de progreso y desarrollo en el creciente sector del turismo que aumenta cada año más y más.