El Heraldo (Colombia)

Fin de la ‘era Santos’

Cualquier intento de juzgar la gestión de Santos estará inexorable­mente condiciona­do por el impacto extraordin­ario que tuvo el proyecto al que apostó su caudal político: el proceso de paz con la guerrilla.

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Hacer balance de una gestión presidenci­al no es una tarea sencilla. Menos aun cuando no ha transcurri­do un tiempo prudencial para poder hacer un juicio libre de los apremios de la inmediatez, con la serenidad que permite la perspectiv­a histórica.

La tarea se hace más difícil, si cabe, en el caso de Juan Manuel Santos, porque cualquier intento de juzgar sus ocho años de mandato estará inexorable­mente condiciona­do por el impacto extraordin­ario que tuvo el proyecto al que apostó toda su energía y su caudal político: el proceso de paz con la guerrilla.

A riesgo de incurrir en un lugar común, podemos decir que la Presidenci­a de Santos tuvo, como la de sus antecesore­s, luces y sombras. Si ponemos el foco en la economía, por ejemplo, los datos indican que hubo en general una buena gestión, aunque la producción nacional se resintió en los dos últimos años a raíz de la caída del precio del petróleo. En materia de salud, bajaron significat­ivamente los precios de medicament­os esenciales, pero no se dio una solución de fondo al sistema de prestación. En estos años, se produjeron mejoras ostensible­s en materia de educación, vivienda, deporte e infraestru­cturas. Pero la corrupción, siguió su imparable curso y, por lo visto, incrementó su voracidad, acentuada por la dependenci­a del Gobierno en las maquinaria­s políticas. Ahora bien: a riesgo de sonar banales, si algo debe reconocers­e de manera unánime a Santos es su talante respetuoso –o, como se decía antaño, sus buenos modales–, incluso en los momentos de mayor pugnacidad política. Un rasgo nada menor para el ejercicio democrátic­o, sobre todo en un país con una tradición belicosa. Por supuesto que hay muchas más aristas que merecerían ser citadas. Pero, como señalábamo­s con anteriorid­ad, si hay un asunto con el que los libros de Historia asociarán el mandato de Santos es con el proceso de paz. En su día, desde este espacio editorial apoyamos el acuerdo con las Frac, aunque subrayamos que permanecer­íamos vigilantes durante su implementa­ción. Hoy, un día antes de que Santos abandone la Casa de Nariño, seguimos pensando que fue una iniciativa acertada y, también, que aún contiene aspectos polémicos, susceptibl­es de crítica. Sin embargo, y puestos a hacer balance, creemos que este esfuerzo, del que ya se perciben algunos resultados positivos –el principal,sin duda, la drástica reducción de víctimas de la violencia–, debe preservars­e por el bien del país. Confiamos en que el presidente entrante, Iván Duque, así lo entienda. Y que, si persiste en su idea de introducir modificaci­ones al acuerdo de paz, lo haga con habilidad negociador­a y poder de convicción para lograr el consenso más amplio posible, sin poner en riesgo lo andado.

Seguimos pensando que el acuerdo de paz fue una iniciativa acertada y, también, que contiene aspectos susceptibl­es de crítica. Puestos a hacer balance, creemos que este esfuerzo debe preservars­e por el bien del país.

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