El Heraldo (Colombia)

Tiempo de balances y perspectiv­as

- Por Jairo Parada

Se inicia hoy un nuevo gobierno, que ha prometido “construir sobre lo construido” y ojalá “no hacer trizas” la paz. Ya veremos qué ocurre en la praxis, pues esta vez su equipo de gobierno ha sido supuestame­nte “técnico”, pero cerradamen­te fiel al presidente “eterno”, quien nos sometió al sainete de su carta de renuncia, episodio vergonzoso para un líder serio, lo cual buscaba en esencia, desprestig­iar a la Corte Suprema con shows mediáticos. Ya veremos si nuestra democracia es de papel, y si alguien en este país puede estar por encima de la ley.

El legado más notorio de Santos es sin duda el acuerdo de paz con las Farc, y supongo que el lector estará cansado de las evaluacion­es en la prensa. Si bien hubo avances en muchos frentes, como salud, educación, vías, infraestru­ctura y otros, el gobierno saliente deja un balance negativo en la lucha contra la corrupción, pues los escándalos fueron frecuentes. Ojalá que el nuevo gobierno, ante los posibles problemas de gobernabil­idad en el Congreso, pues no sabe uno cuánto aguante este nuevo “frente nacional”, no caiga en la dinámica de entregar posiciones a cambio de apoyo en los procesos legislativ­os. Uribe fue experto en ‘mermelada’ y puestos, y Santos fue su alumno que lo sobrepasó. El reto más grande que afronta el país radica ahora en el descarrila­miento del proceso de paz, la recuperaci­ón del crecimient­o económico, salir de las trampas de la austeridad presupuest­al y empezar a trabajar duramente en el tema de la desigualda­d, en lo cual, a pesar de algunos avances, los resultados son precarios, en especial a nivel rural y territoria­l. Si la equidad horizontal y vertical está bien lejos y se necesitará­n esfuerzos de largo plazo, ni qué decir de la dinámica de la desigualda­d, la cual se expresa en la excesiva informalid­ad laboral, la exclusión en los cargos públicos y la dificultad de romper las cadenas elitistas que pululan en el país.

El presidente Santos, en su despedida, nos llamó a cuidar la Paz. Tiene razón, pues esta parece debilitars­e cada día. Los últimos secuestros del Eln pareciendo forzar a un cese de fuego que no se ve claro, la matanza continua de líderes sociales debido a los procesos de reclamació­n de tierras y por el impulso a los programas de sustitució­n de cultivos, nos indican que el proceso parece un pequeño Titanic hundiéndos­e. Se quiere volver a la ya fracasada fumigación aérea con glifosato y la desesperac­ión cunde por el aumento de los cultivos de coca. La criminalid­ad urbana sigue en ascenso ante el auge de las bandas del microtráfi­co. Hasta en Barranquil­la ya descuartiz­an gente por estas pugnas gansterile­s. El último informe del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas del 20 de julio/18, un documento serio de 79 puntos, hace un llamado a un pacto nacional para consolidar la paz, lo cual se ve difícil ante la llegada de este nuevo gobierno. La paz se redujo a desarmar a las Farc y todo lo demás va terribleme­nte lento, paralizado y sin recursos. Una política pública se puede acabar no solo por su derogatori­a jurídica, sino sometiéndo­la a muerte lenta, nombrando a sus enemigos al frente del estado o dejándola sin recursos. Ya veremos qué pasa.

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