El Heraldo (Colombia)

El poder de una sonrisa

- Por Emilia Sáez de Ibarra

Parto de la foto en portada de la revista Semana donde, ya el expresiden­te Santos, se afloja la corbata. Símbolo de relax. La calma tan necesaria para mantener, a cualquier nivel, el modo propicio hacia el entendimie­nto.

Me remonto a cuando mis llegaban, tanto en las vísperas del 20 de julio como del 7 de agosto, del colegio, gritando que sacara a la ventana la bandera de Colombia porque “estamos celebrando que los echamos a ustedes de Colombia”, que era lo que tenían clarísimo y cuando el amor de mi vida les sugería que si creían oportuno que nosotros nos fuéramos del país, era cuando con una sonrisa de cogidos en falta caían en cuenta de que les éramos necesarios todavía. Y, que, para querer a un país, no hacía falta haber nacido en él. Simplement­e amarlo y trabajar en él de corazón. Y así experiment­aron nuestro amor hacia esta bendita tierra. Han pasado tantos años en los vaivenes de la vida que nos han permitido echar raíces en este paraíso en la tierra, que hoy, disfruta de uno de los momentos humanos, económicos y políticos que lo sitúan en el concierto universal de las naciones, con nuestra Barranquil­la en la palestra.

En las manos tengo el libro que me ha regalado mi hija: una biografía comedida e interesant­e sobre nuestro presidente saliente, de María Jimena Dussan. Es de resaltar, como en tantas otras oportunida­des de la vida, la importanci­a de la aceptación del contrincan­te y el respeto humano, dos ejemplos de saber moverse en “la cuerda floja de la política”, el modo de desbrozar los caminos que nos llevan al entendimie­nto.

He querido, en referencia con el libro de María Jimena, destacar algún párrafo sobre la apertura de espíritu del expresiden­te Santos a lo largo de su historia humana y política: “recién establecid­as las relaciones con Venezuela, en una reunión posterior, en Santa Marta a la que asistió el presidente Chávez, aunque Santos, un político pragmático que no temía de bandazos, tuvo que meditar la forma en cómo iba a estrechar la mano de Chávez después de haberse convertido en su peor enemigo. Y como ministro de Defensa, posiblemen­te imitando a su admirado e inolvidabl­e Winston Churchill, que decía que “el éxito en la diplomacia tiene mucho que ver con la empatía personal”. Cuando los dos jefes de Estado se saludaron, Santos le extendió la mano al presidente Chávez, con una sonrisa y afirmó: “esto comenzó muy mal por cuanto a las declaracio­nes en las que dijo que yo tenía 48 años y no los 58, mi señora me va a exigir mucho más”. Chávez se río de buena gana. Santos logró no solo romper el hielo, sino convencerl­o para que le ayudara a iniciar un proceso de paz con las Farc. Entre los dos, el toque de humor, les permitió sobrelleva­r su abismal diferencia ideológica. Al finalizar la rueda de prensa en la que se reanudaron las relaciones con Venezuela, Juan Manuel Santos llamó al presidente Chávez “su nuevo mejor amigo”. Una sonrisa afectuosa vale más que mil palabras.

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