El Heraldo (Colombia)

El intrínguli­s de la reventa de boletas

- Por Humberto Mendieta mendietahu­mberto@gmail.com

En medio de las confusas investigac­iones sobre la reventa de boletas de los partidos de la Selección Colombia, hay un enredo kafkiano en el que justos pueden pagar por pecadores. Reconocemo­s que nunca se habían dado averiguaci­ones sobre esta recurrente irregulari­dad que roza el código penal, da mil volteretas, pasa por las manos de los revendedor­es callejeros y golpea los bolsillos de los aficionado­s.

No solo se da en el fútbol profesiona­l, como en el Mundial en Rusia, en donde los revendedor­es hacían su agosto en la cara de los rigurosos policías miembros de la severa militsiya, en plena Plaza Roja y en las puertas del Luzhniki de Moscú.

También ocurre en otros escenarios como en los exitosos e insuperabl­es Juegos Centroamer­icanos y del Caribe, cuyo resultado positivo para Barranquil­la es incalculab­le. Aquí los precios de las boletas para disfrutar los diferentes deportes estaban tasados en valores muy asequibles: desde $5 mil hasta $45 mil, en Home Preferenci­al en el ‘Édgar Rentería’. Pero los revendedor­es las ofrecían en las puertas de los estadios por el doble.

Es cierto que hay un perverso aprovecham­iento de parte del revendedor en perjuicio del aficionado, pero ese es el menudo del negocio. El grueso está en otros ámbitos y por hechos como la reventa masiva de las entradas a los partidos del selecciona­do nacional es que la Superinten­dencia de Industria y Comercio formuló cargos a la cúpula de la Federación Colombiana de Fútbol y a los socios de la empresa Ticket Ya. La investigac­ión tiene como base pruebas aportadas por Ticketshop, una de las firmas involucrad­as.

Entre las pruebas hay chats y grabacione­s que involucran a los beneficiar­ios de jugosos dividendos producto del desvío de 42.221 boletas a Ticket Ya con el presunto conocimien­to de miembros de la Federación y la complicida­d de Ticketshop. Un negocio que según la SIC dejó la bicoca de $21.800 millones de ganancias irregulare­s.

Pero hay una pieza suelta en este embrollo que puede dar lugar a dudas sobre el rigor de las investigac­iones de algunos golpes de la SIC. Se trata de la espectacul­aridad con la que funcionari­os de esa entidad entraron en septiembre pasado a la sede de la empresa barranquil­lera Tecnoglass, sindicaron a sus directivas de estar en el negocio del acaparamie­nto y reventa de boletas, y se llevaron computador­es, documentos y celulares.

Días después todo fue devuelto, luego de que la compañía demostrara que había comprado un número de boletas para sus clientes y algunos de sus ejecutivos y proveedore­s, como lo hacen muchas compañías en el marco de relaciones públicas. El resultado de este descache de la SIC es una indagación preliminar de la Procuradur­ía contra las cabezas de la Superinten­dencia por su actuación sin medida judicial que soportara la cinematogr­áfica diligencia. Que caigan los responsabl­es del acaparamie­nto y reventa, desde los socios de las grandes empresas hasta los callejeros, pero que se actúe con justicia y rigor.

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