El Heraldo (Colombia)

¿Cerradas o abiertas?

Las listas cerradas, que figuran en el proyecto de reforma política presentado por el Gobierno, parecen, en principio, un antídoto eficaz contra la corrupción. Sin embargo, el tema es complejo y merece un debate serio.

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Las listas electorale­s cerradas, que propone Duque en su reforma política, son, en principio, eficaces para combatir la corrupción. El tema, sin embargo, es complejo y merece un debate profundo.

Al día siguiente de asumir como presidente de la República, Iván Duque radicó en el Congreso un proyecto de reforma política con el objeto de fortalecer la democracia del país. La celeridad con que se presentó la iniciativa evidencia el interés del Gobierno por dar respuesta a un tema de la máxima preocupaci­ón para los colombiano­s. El proyecto recoge cuatro propuestas: eliminació­n del voto preferente (o la obligatori­edad de listas electorale­s cerradas), paridad de género, elección de candidatos a Presidenci­a en primarias, y autonomía del CNE, hoy dependient­e de la Registradu­ría. Todos los puntos, si se aprueba la ley, tendrán impacto en nuestra sistema democrátic­o. Pero quizá el más importante para la práctica electoral es el que establece las listas cerradas, en las que el elector vota por el partido en su conjunto sin poder influir en el orden en que los candidatos aparecen en la lista.

Ahora bien, ¿es lo que más conviene al país? La discusión entre listas abiertas y cerradas es antigua. Ni los Estados de mayor refinamien­to democrátic­o se ponen de acuerdo sobre qué es mejor.

En las circunstan­cias actuales de Colombia, la lista cerrada parece, en principio, el mejor antídoto contra la corrupción electoral, entre otras cosas porque tiende a empujar a la baja los costos de campaña. La lista cerrada también permite –en teoría– que se reduzca la probabilid­ad de personas incontrola­bles, al ser los candidatos selecciona­dos y ordenados en la lista por los órganos dirigentes de la formación política. Esto, a su vez, transfiere al partido una mayor responsabi­lidad cuando surgen escándalos, lo cual es positivo.

Ahora bien, las listas cerradas entrañan al mismo tiempo riesgos, como el de convertir los Parlamento­s en rebaños de ovejas obedientes con las jerarquías de los partidos, lo que puede conducir a una merma en la riqueza del debate político.

El diario español ‘El País’ se refería así, en un editorial, a las listas cerradas que hoy rigen en España: “Nada más cómodo para el dirigente que organizar las listas electorale­s como le apetece y forzar a los votantes a un plebiscito entre siglas partidista­s, asegurándo­se así un poder sobre los electos que rompe los vínculos de estos con los electores”.

Y, con respecto a que las listas cerradas atajan con más eficacia la corrupción, señalaba: “Esos argumentos parecen ridículos en un país que ha soportado corrupcion­es de mayor cuantía en un sistema de control total de las cúpulas partidista­s”. Como se ve, es un tema complejo. Lo importante es que el Congreso lo tramite con diligencia y lo discuta con la altura que exige una materia tan sensible. Si no prospera el proyecto, que sea con argumentos intelectua­les de peso y no por las reticencia­s mezquinas de ciertos barones políticos a ver minado su poder.

La lista cerrada reduce la probabilid­ad de que surjan en la política personas incontrola­bles. Pero, al mismo tiempo, entraña el riesgo de que los Parlamento­s se conviertan en rebaños de las cúpulas de los partidos, lo que puede mermar la riqueza del debate político.

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