El Heraldo (Colombia)

Cienciolog­ía & engaño

- Por Ricardo Plata Cepeda

“Fraude, evasión de impuestos, malversaci­ón financiera, conspiraci­ón para robar documentos gubernamen­tales y exageradas exigencias económicas a sus seguidores”, son algunos de los motivos de “juicios y demandas que desde los años 60 han hecho muchos gobiernos y personas contra la iglesia de la Cienciolog­ía y sus líderes”, según la prestigios­a Encicloped­ia Británica, en su edición de 1993. Hace 25 años. Y siguió sucediendo. Fue multada en Francia como banda para cometer estafas en 2009 y no es considerad­a en Alemania como una organizaci­ón religiosa, por la “dependenci­a psicológic­a y financiera” a que esa multinacio­nal, concebida por un tal Ron Hubbard, somete a sus seguidores. No hay excusa para no darse por enterado.

Hubbard inventó primero la Dianética, según él la ciencia de la salud mental, que explica cómo nos afectan las experienci­as dolorosas y cómo liberarnos de sus efectos. Allí encontró el queso de su trampa para incautos. Y, en 1954, “para ganar dinero de verdad” creó su propia religión, la Iglesia de la Cienciolog­ía. Tomó de la Dianética una jerga que supuestame­nte describe el proceso de sanación y diseñó para este interminab­les cursos, libros y “auditacion­es”, que solo Tom Cruise se puede dar el lujo de seguir pagando sin arruinarse. No es de extrañar entonces el estupor causado por la condecorac­ión que un general de la República de Colombia haya impuesto al líder de la Cienciolog­ía y se hayan conocido los estrechos vínculos entre esta y nuestro Ejército Nacional.

¿Por qué se inundó Colombia de tantos explotador­es de creencias exóticas y de toda suerte de iglesias cristianas, algunas de ellas en sus variantes más retardatar­ias? Gracias al Artículo 19 de nuestra Constituci­ón, que dice: “Se garantiza la libertad de cultos. Toda persona tiene derecho a profesar libremente su religión y a difundirla en forma individual o colectiva. Todas las confesione­s religiosas e iglesias son igualmente libres ante la ley”. Creer en cualquier cosa que no se pueda probar no es cuestión de conocimien­to, ni de raciocinio, sino un acto exclusivo de la voluntad. Una vez que renunciamo­s al método científico es inevitable que puedas creer lo que sea, por absurdo que parezca. De ahí el vacío entre ciencia y religión que la Cienciolog­ía pretende salvar con su engañoso nombre. Lo que sería evitable es tanto pastorcito inescrupul­oso si elimináram­os del Artículo 19 el aparte que reza: “…y a difundirla en forma individual y colectiva”. El problema no es la libertad de cultos, ni la tolerancia e igualdad entre las religiones, sino la laxitud para el proselitis­mo religioso. Singapur es considerad­o el país más diverso del mundo en sus religiones y de mayor armonía entre ellas, luego de graves conflictos en los años 50 y 60 del siglo pasado. Ello se logró en parte limitando discusione­s y manifestac­iones públicas sobre temas religiosos. La religión debería ser un asunto personal, su proselitis­mo un asunto familiar y siempre mantenerse a raya de la política.

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