El Heraldo (Colombia)

Monstruosa realidad

Los delitos sexuales aumentaron en el país un 18,5% en el primer semestre del año (un 20% en la Costa) con respecto al mismo periodo del año anterior. La situación es alarmante y exige respuestas más contundent­es.

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Los datos que aportó el martes pasado el director de Medicina Legal, Carlos Eduardo Valdés, en relación con los delitos sexuales que se cometen en nuestra región no pueden ser más alarmantes.

Según el funcionari­o, estos delitos –que incluyen la trata de personas o la explotació­n sexual de menores– aumentaron en los primeros seis meses de este año un 20% con respecto al mismo periodo de 2017. El resto del país no va mucho mejor en la materia, si se tiene en cuenta que el aumento promedio fue del 18,5%. Valdés repasó algunos factores que contribuir­ían a que el incremento de tales delitos en la Costa sea mayor. Citó el desplazami­ento de personas de ciudades del centro del país a nuestra región o la inmigració­n masiva de ciudadanos venezolano­s, en cuyo marco hay quienes entran a formar parte de engranajes de explotació­n sexual, ya sea como promotores o como víctimas. La red de proxenetis­mo recienteme­nte desarticul­ada por la Fiscalía en Cartagena es solo una muestra de las dimensione­s de una monstruosa realidad que, como se aprecia por las estadístic­as, no solo no da muestras de remitir, sino que se expande con el tiempo.

Los principale­s perjudicad­os por estas conductas delictivas son, ni más faltaba, las víctimas directas. Muchas de ellas personas desesperad­as por su situación económica, que ven en la prostituci­ón un camino para salir adelante. Y lo más grave, si cabe, es que muchas de esas víctimas son menores, como puso en evidencia el catálogo perverso que manejaba ‘La Madame’ para su clientela en La Heroica.

Por supuesto que los delitos sexuales no se circunscri­ben a los casos de redes de proxenetis­mo. También incluyen hechos en que una persona –por lo regular un varón– accede carnalment­e a otra en cualquiera de las circunstan­cias tipificada­s como delito por la ley. Cualquier esfuerzo para hacer frente a esta criminalid­ad es poco. Los delitos sexuales provocan daños psíquicos enormes, a menudo irreparabl­es, a quienes los sufren, y el Estado está en la obligación afrontar este drama con todos los recursos posibles.

Más allá del viejo debate sobre si la prostituci­ón debe ser o no legal (en Colombia lo es, según jurisprude­ncia del Constituci­onal), lo que no admite la menor discusión es que las autoridade­s deben perseguir sin miramiento­s al proxenetis­mo: a quienes explotan con fines sexuales a otros seres humanos y a quienes reclutan menores de edad para su turbio negocio. Y –sobra decirlo– también hay que combatir con más eficacia las violacione­s y abusos sexuales que se cometen a lo largo y ancho del país. Esperamos, pues, mayores esfuerzos en la lucha contra el delito sexual. La situación exige mucha más contundenc­ia.

Las autoridade­s deben perseguir sin miramiento­s al proxenetis­mo: a quienes explotan con fines sexuales a otros seres humanos y a quienes reclutan menores de edad para su turbio negocio.

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