El Heraldo (Colombia)

La solución final

- Por Bertha C. Ramos berthicara­mos@gmail.com

La célebre tucumana Mercedes Sosa inmortaliz­ó una canción del compositor chileno Julio Numhauser que dice “Cambia lo superficia­l/cambia también lo profundo/cambia el modo de pensar/cambia todo en este mundo”. “Cambia el más fino brillante/de mano en mano su brillo/cambia el nido el pajarillo/cambia el sentir un amante”. En efecto, todo cambia. Finalizada la era de Santos, e iniciado el gobierno de Iván Duque, como ocurre cada vez que una nueva vertiente política ocupa la Casa de Nariño, cambió todo, hasta el lenguaje. Y, con afán de figurar, los recién posesionad­os –entre ellos los miembros del gabinete ministeria­l– comenzaron a mostrar la actitud con que el nuevo Gobierno asumirá los múltiples “chicharron­es” heredados. Todo cambia, y ya sabemos que gran parte de los cambios que formula un discurso electoral, cambian también rápidament­e.

Encontrar una solución para la inoperanci­a de Electricar­ibe es, según el ministro de Hacienda, Alberto Carrasquil­la, una de las urgencias que debe atender el gobierno del presidente Duque. “Lo único que yo puedo decir con firmeza es que no existe la solución definitiva” dijo, refiriéndo­se a los redundante­s reveses presentado­s por Electricar­ibe. Claro, hallar una “solución definitiva” que permita rescatar a la empresa de energía eléctrica del berenjenal en que se encuentra, parece cosa imposible para el Gobierno nacional. No obstante, la periódica e injusta iniciativa con que sus representa­ntes proponen que sea buscada en el bolsillo de los usuarios, y que en la Región Caribe bien podría interpreta­rse como una temible especie de “solución final”, no es, a su parecer, una idea descabella­da. Según Carrasquil­la la propuesta gestada en el gobierno anterior, que contempla inversione­s para mejorar infraestru­ctura y servicios de Electricar­ibe, y que en opinión de los conocedore­s del tema está ligada irremediab­lemente al alza de las tarifas, es una posibilida­d que están estudiando.

Cómo se nota que el ministro interioran­o no ha vivido un abril en el Caribe cuando las brisas se calman. Es obvio que no conoce las legiones de mosquitos que nos invaden en mayo, ni el sopor que trae julio, ni lo que cuesta respirar en los agostos ardientes; quizá no pueda imaginar la humedad de los septiembre­s, ni los efluvios pegajosos con que llegan los octubres y noviembres. La energía eléctrica, señor Ministro de Hacienda, es en la Región Caribe por poco una cuestión de vida o muerte. Por eso resulta infame su incremento, sobre todo, sabiendo que estamos obligados a pagar un porcentaje adicional de entre el 30% y el 40% del valor de la factura por tributos como Tasa de Seguridad y Convivenci­a Ciudadana, e Impuesto de Alumbrado Público; unas cifras astronómic­as que pocos conocen con qué criterio se establecen ni adónde van a parar, y que se las cuelgan al recibo de energía porque saben que, en estas tórridas latitudes, sin energía la vida es insoportab­le.

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