La solución final
La célebre tucumana Mercedes Sosa inmortalizó una canción del compositor chileno Julio Numhauser que dice “Cambia lo superficial/cambia también lo profundo/cambia el modo de pensar/cambia todo en este mundo”. “Cambia el más fino brillante/de mano en mano su brillo/cambia el nido el pajarillo/cambia el sentir un amante”. En efecto, todo cambia. Finalizada la era de Santos, e iniciado el gobierno de Iván Duque, como ocurre cada vez que una nueva vertiente política ocupa la Casa de Nariño, cambió todo, hasta el lenguaje. Y, con afán de figurar, los recién posesionados –entre ellos los miembros del gabinete ministerial– comenzaron a mostrar la actitud con que el nuevo Gobierno asumirá los múltiples “chicharrones” heredados. Todo cambia, y ya sabemos que gran parte de los cambios que formula un discurso electoral, cambian también rápidamente.
Encontrar una solución para la inoperancia de Electricaribe es, según el ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, una de las urgencias que debe atender el gobierno del presidente Duque. “Lo único que yo puedo decir con firmeza es que no existe la solución definitiva” dijo, refiriéndose a los redundantes reveses presentados por Electricaribe. Claro, hallar una “solución definitiva” que permita rescatar a la empresa de energía eléctrica del berenjenal en que se encuentra, parece cosa imposible para el Gobierno nacional. No obstante, la periódica e injusta iniciativa con que sus representantes proponen que sea buscada en el bolsillo de los usuarios, y que en la Región Caribe bien podría interpretarse como una temible especie de “solución final”, no es, a su parecer, una idea descabellada. Según Carrasquilla la propuesta gestada en el gobierno anterior, que contempla inversiones para mejorar infraestructura y servicios de Electricaribe, y que en opinión de los conocedores del tema está ligada irremediablemente al alza de las tarifas, es una posibilidad que están estudiando.
Cómo se nota que el ministro interiorano no ha vivido un abril en el Caribe cuando las brisas se calman. Es obvio que no conoce las legiones de mosquitos que nos invaden en mayo, ni el sopor que trae julio, ni lo que cuesta respirar en los agostos ardientes; quizá no pueda imaginar la humedad de los septiembres, ni los efluvios pegajosos con que llegan los octubres y noviembres. La energía eléctrica, señor Ministro de Hacienda, es en la Región Caribe por poco una cuestión de vida o muerte. Por eso resulta infame su incremento, sobre todo, sabiendo que estamos obligados a pagar un porcentaje adicional de entre el 30% y el 40% del valor de la factura por tributos como Tasa de Seguridad y Convivencia Ciudadana, e Impuesto de Alumbrado Público; unas cifras astronómicas que pocos conocen con qué criterio se establecen ni adónde van a parar, y que se las cuelgan al recibo de energía porque saben que, en estas tórridas latitudes, sin energía la vida es insoportable.