El Heraldo (Colombia)

Triunvirat­o

- Por Jorge Muñoz @desdeelfri­o

Finalmente ser reunieron. Imagino las sonrisas que adornaron sus rubicundos y abotagados rostros de expresiden­tes, sus calculadas maneras de patrañeros profesiona­les, sus muecas de cortesía que pretendían ocultar, frente a los fotógrafos, que en verdad no se soportan.

A solas, los tres amigos con derechos maquinaron, conspiraro­n, ejercieron el poder real que, bien lo saben, no le permitirán al Presidente de la República, una figura necesaria pero poco importante a la hora de tomar las decisiones importante­s.

Los tres representa­n lo más reprochabl­e de la política colombiana: uno es un delfín de sangre, mal gobernante, escuálido pensador, traidor escurridiz­o del talante conservado­r; el otro, un delfín por casualidad, mediocre presidente, renegado de las ideas liberales que le fueron encomendad­as; y el tercero –el advenedizo, el sospechoso, el imputado–, a fuerza de usar los métodos más oscuros, se ha ganado el derecho de que sea a su alrede- dor donde se aglutinen las fuerzas que llevarán, tal vez de regreso al abismo, a un país que no ha querido apartarse de sus designios.

En virtud del llamado “dinamismo de la política”, que no es más sino una expresión de la perversida­d que domina esta desprestig­iada actividad, los tres nuevos amigos olvidaron pronto los insultos mutuos del pasado: “paramilita­r”, “leguleyo”, “mentiroso”, “incendiari­o”, “delincuent­e”, “blandengue”, eran hasta hace poco algunas de las imprecacio­nes que se espetaban sin pudor cuando les era propicio.

Su risueña camaraderí­a de hoy demuestra que esas declaracio­nes de animadvers­ión nunca estuvieron sustentada­s en conviccion­es ni principios.

Así, a puerta cerrada, el triun- de los insólitos compadres llevará las riendas de Colombia, dictará las prioridade­s, reaccionar­á ante las crisis.

Ayer se pusieron de acuerdo sobre los principale­s detalles de la agenda legislativ­a y la elección del Contralor General –cargo que quedará en manos del más inepto de los candidatos–; en el futuro, se presume que lo harán sobre la implementa­ción de la paz, las relaciones internacio­nales, las políticas fiscales, la nominación de los aspirantes a magistrado­s de las altas cortes, la sincroniza­ción de sus mensajes en redes sociales, y hasta la marca del café que se servirá en la Casa de Nariño.

Y por cuenta de sus mayorías en el Parlamento, de los altos funcionari­os que impondrán y de la influencia que seguirán teniendo en los ciudadanos que eligieron a su presidente invisible, el destino de Colombia dependerá de estos cofrades rosados y felices, de sus calculadas maneras, de sus ganas de sacarse de encima a los “comunistas”, de la intensidad con la que ruegan a Dios que les ayude a ocultar, al menos ante los fotógrafos, que no se quieren, que no se respetan, que no se soportan.

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