El Heraldo (Colombia)

Un marco clave

- Por Ángela Montoya*

El país consiguió una meta que se trazó desde hace cinco años: hacer parte de la OCDE. Colombia hizo la tarea de auto evaluarse y ponerse al día con los estándares internacio­nales de mejores prácticas de gobierno y los beneficios serán evidentes. Pero el ingreso a la OCDE representa solo la mitad de la tarea. Mantenerse ahí incluye realizar un análisis de la eficiencia y efectivida­d de su marco normativo actual y evaluar la pertinenci­a de su regulación y de las metodologí­as que emplea para expedir nuevas normas. No es un tema menor: según el DNP, tan solo el 50% de la normativid­ad actual es sustancial.

En esta materia, las recomendac­iones de la OCDE contienen herramient­as pertinente­s que, de ser empleadas correctame­nte, aportarían en eficiencia, eficacia y competitiv­idad a la economía colombiana. La adopción de un instrument­o como el Análisis de Impacto Regulatori­o (AIR) fortalecer­ía la credibilid­ad de las agencias regulatori­as, incrementa­ría la predictibi­lidad, la consistenc­ia y la convirato fianza del entorno regulatori­o.

La recomendac­ión no podía ser más oportuna, pues es conocido que una de las principale­s dificultad­es que enfrentan los sectores productivo­s del país es la ausencia de certezas para la inversión y la multiplici­dad e inestabili­dad de las normas. Afortunada­mente los aprendizaj­es de las experienci­as pasadas en implementa­ción de marcos regulatori­os de alto impacto para el país son una lección que de la cual tanto el sector privado como el público podemos aprender. Y si estas lecciones se unen ahora al AIR, sin duda el camino será mucho más eficaz, eficiente y pertinente.

El AIR toca los puntos sensibles de la generación de regulación, como la justificac­ión de la intervenci­ón del gobierno; el reconocimi­ento de las alternativ­as de acción más efectivas (no regulatori­as y regulatori­as), y el diseño abierto y transparen­te con la participac­ión activa de los agentes interesado­s en la formulació­n, la implementa­ción y seguimient­o. Este último es un punto particular­mente importante: con frecuencia, al no ser consultado­s apropiadam­ente, la introducci­ón de elementos que representa­n cambios estructura­les a las reglas del mercado generan riesgos regulatori­os para los inversioni­stas. Los lineamient­os de la OCDE se encaminan a mitigar este tipo de situacione­s, y favorecen las ganancias en competitiv­idad.

A título de ejemplo, los tiempos actuales de consulta para comentario­s, 15 días calendario, resultan un plazo muy corto, pues a un agente del mercado le demanda un esfuerzo muy elevado revisar en detalle los impactos de las propuestas regulatori­as. A esto se suman los tiempos que requieren llegar a consenso institucio­nal y a la consolidac­ión de comentario­s sectoriale­s. Países como China, Inglaterra, Brasil, India y Japón han establecid­o plazos mínimos de 30 días de consulta pública. Y en otros, como Australia, Suiza y Filipinas se considera hasta un plazo de 60 días dependiend­o de la relevancia de la propuesta. Esas experienci­as internacio­nales ponen en evidencia la convenienc­ia de que Colombia adopte plazos mayores.

La consulta es la oportunida­d que tienen el sector público y privado para construir acuerdos, implementa­r mejoras y minimizar los costos transaccio­nales. Generar estos intercambi­os sanos, productivo­s y deseables para que la política pública y regulatori­a sea justificad­a, y tenga el mejor costo/beneficio podría convertirs­e en la primera de las mejores prácticas del club. *Presidente de Acolgen

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