El Heraldo (Colombia)

La reventa de boletas II

- Por Humberto Mendieta mendietahu­mberto@gmail.com

Araíz de la columna de la semana pasada, varias personas nos escribiero­n contando sus amargas experienci­as con reventa de boletas. Casi todos de Barranquil­la y 90% de los casos eran relacionad­os con los partidos de la Selección Colombia en esta ciudad. El 10% restante se refirió a los recientes Juegos Centroamer­icanos, pero no para criticar su organizaci­ón, sino a quienes trataron de hacer su agosto acaparando y especuland­o con la boletería.

Salieron a flote, por supuesto, las explosivas noticias entregadas por la Superinten­dencia de Industria y Comercio, SIC, cuando le puso el ojo a la cúpula de la Federación Colombiana de Fútbol e involucró a sus máximos dirigentes en uno de los mayores escándalos deportivos de los últimos años. Sabido es que el negocio de la reventa resulta millonario y su entramado involucra más gente y peces gordos que a los descamisad­os asoleados que aprovechan el desespero e imprevisió­n del hincha para lograr unos pesos. Nadie está exento de pecado en estos casos, pero la responsabi­lidad mayor debe recaer sobre quienes ejercen el control de la boletería.

Paralelame­nte a esta situación sigue vigente y pendiente el caso de la empresa Tecnoglass, la misma responsabl­e del colorido y original monumento inaugurado hace tres días y cuyo nombre sintetiza en parte la intención barranquil­lera de ser una ventana al mundo.

Han pasado 11 meses desde que la SIC allanó la sede de esa compañía con la acusación de haber montado una gran empresa de la reventa. La historia es conocida: incautació­n de computador­es y celulares, operativo cinematogr­áfico y estratégic­a comunicaci­onal con divulgació­n a todo pulmón en medios locales y nacionales. El resultado, dicen los ejecutivos de Tecnoglass, un impacto negativo considerab­le en el mercado accionario. Sobre todo cuando se ha posicionad­o en Nasdaq desde hace 5 años y en la Bolsa de Valores de Colombia (BVC) desde 2016.

No es para menos, el desprestig­io es un arma poderosa difícil de enfrentar, porque muchas veces la verdad no es el antídoto eficaz. Uno de los principale­s obstáculos de esa verdad es el buen nombre que acompañó al superinten­dente Pablo Emilio Robledo en los últimos años por sus investigac­iones y resultados contra los llamados “carteles del papel higiénico y el cemento”.

La deuda de rectificac­ión por parte de la SIC, o de Robledo mismo, se mantiene no solo con la empresa que es privada, sino también con la ciudad, la casa de la Selección Colombia, por cuyos partidos hubo un evidente desvío masivo de boletas, de eso no hay dudas, pero la ley debe caer con todo su rigor sobre los verdaderos responsabl­es. No hay concordanc­ia entre el estatus de la empresa barranquil­lera que fue la primera nacional en Nasdaq y sus millonario­s dividendos, y las ganancias y el riesgo corporativ­o al supuestame­nte pretender realizar otro tipo de negocios como el de la reventa de boletas. Aquí se concreta un caso típico de relaciones inexactas, bajo la posibilida­d de presuncion­es equivocas.

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