La reventa de boletas II
Araíz de la columna de la semana pasada, varias personas nos escribieron contando sus amargas experiencias con reventa de boletas. Casi todos de Barranquilla y 90% de los casos eran relacionados con los partidos de la Selección Colombia en esta ciudad. El 10% restante se refirió a los recientes Juegos Centroamericanos, pero no para criticar su organización, sino a quienes trataron de hacer su agosto acaparando y especulando con la boletería.
Salieron a flote, por supuesto, las explosivas noticias entregadas por la Superintendencia de Industria y Comercio, SIC, cuando le puso el ojo a la cúpula de la Federación Colombiana de Fútbol e involucró a sus máximos dirigentes en uno de los mayores escándalos deportivos de los últimos años. Sabido es que el negocio de la reventa resulta millonario y su entramado involucra más gente y peces gordos que a los descamisados asoleados que aprovechan el desespero e imprevisión del hincha para lograr unos pesos. Nadie está exento de pecado en estos casos, pero la responsabilidad mayor debe recaer sobre quienes ejercen el control de la boletería.
Paralelamente a esta situación sigue vigente y pendiente el caso de la empresa Tecnoglass, la misma responsable del colorido y original monumento inaugurado hace tres días y cuyo nombre sintetiza en parte la intención barranquillera de ser una ventana al mundo.
Han pasado 11 meses desde que la SIC allanó la sede de esa compañía con la acusación de haber montado una gran empresa de la reventa. La historia es conocida: incautación de computadores y celulares, operativo cinematográfico y estratégica comunicacional con divulgación a todo pulmón en medios locales y nacionales. El resultado, dicen los ejecutivos de Tecnoglass, un impacto negativo considerable en el mercado accionario. Sobre todo cuando se ha posicionado en Nasdaq desde hace 5 años y en la Bolsa de Valores de Colombia (BVC) desde 2016.
No es para menos, el desprestigio es un arma poderosa difícil de enfrentar, porque muchas veces la verdad no es el antídoto eficaz. Uno de los principales obstáculos de esa verdad es el buen nombre que acompañó al superintendente Pablo Emilio Robledo en los últimos años por sus investigaciones y resultados contra los llamados “carteles del papel higiénico y el cemento”.
La deuda de rectificación por parte de la SIC, o de Robledo mismo, se mantiene no solo con la empresa que es privada, sino también con la ciudad, la casa de la Selección Colombia, por cuyos partidos hubo un evidente desvío masivo de boletas, de eso no hay dudas, pero la ley debe caer con todo su rigor sobre los verdaderos responsables. No hay concordancia entre el estatus de la empresa barranquillera que fue la primera nacional en Nasdaq y sus millonarios dividendos, y las ganancias y el riesgo corporativo al supuestamente pretender realizar otro tipo de negocios como el de la reventa de boletas. Aquí se concreta un caso típico de relaciones inexactas, bajo la posibilidad de presunciones equivocas.