El Heraldo (Colombia)

Buenas personas

- Por Alfredo Ramírez Nárdiz @alfnardiz

No todos los días toca sacudirle a alguien. Que si los ‘pupirronch­os’, los ‘espantajop­os’, los feos, los de los parlantes… De vez en cuando también hay que reconocer a los buenos, los justos y los honrados. Hoy vengo a contarles dos casos concretos de estos últimos. Los dos son personales. Dos personas buenas que se comportaro­n del modo correcto y a los que, mediante este artículo, les agradezco sus acciones.

El primer caso sucedió hace algunas semanas en el Bogotá Beer Company que hay en el norte de la ciudad. Soy bastante habitual del local, pero no para beber, que suele ser la ocupación habitual de sus habitantes, sino –oh, sorpresa– para leer. Poca gente sabe que desde las dos, las tres, y hasta las seis de la tarde en que baja la luz, el BBC es un lugar sumamente agradable para leer. Te sientas en uno de los sillones, pides una cerveza (o un café) y, como a esas horas suele estar vacío, puedes leer durante varias horas la mar de cómodo. Los habrá que les moleste la música, pero para mí poder estar en un lugar de la Costa donde la música es internacio­nal y en inglés es una experienci­a refrescant­e y la música nunca me ha impedido leer o trabajar.

El caso es que un día hace unas pocas semanas estuve allí, pasé toda la tarde y cuando me fui dejé sobre la mesa la billetera. Con toda la documentac­ión y algo de dinero. Me di cuenta cinco minutos después de irme, cuando ya volvía en taxi a casa. Le dije al taxista que volviera, llamé por teléfono para avisar de mi olvido y la muchacha que me atendió, una simpática mesera de trenza y gafas, me dijo que estaba viendo mi billetera y que no me preocupara, que ella me la guardaba. Imaginen el respiro. De no tener cédula, tarjeta del banco y unos cuantos pesos en efectivo a volver a tenerlo todo. Esa mesera fue honrada. Una buena persona. Podría haber dicho que la billetera ya no estaba y quedársela ella. Había más gente en el local. Cualquiera hubiera podido cogerla. Su excusa era perfecta. Pero se comportó como las madres les dicen a sus hijos. Mi agradecimi­ento y mi respeto para ella.

El segundo caso me sucedió hace unos días. Casa de cambio de divisas del norte de la ciudad. Cambio unos pesos por euros, me equivoco y le doy al dependient­e más dinero del que correspond­ía. Me voy. A la media hora me doy cuenta del error y vuelvo. Yo no tenía ningún justifican­te documental de la operación. Cuando le dije al señor detrás del vidrio lo que había pasado el tipo podía haberme ignorado, haberse excusado en que mis billetes ya estaban mezclados con un montón y que no quedaba rastro ni prueba alguna. Sin embargo, comprobó la cámara, vio el error y me devolvió sin ponerme problema alguno mi dinero dado de más. Otra persona decente que se portó bien conmigo.

Y como en no pocas ocasiones critico a los malos, de justicia es alabar a los buenos. Hagan como yo y piensen por un momento en las buenas personas con las que se han cruzado en los últimos días. Ya verán: hacerlo les alegrará el día.

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