Amenazas de rapto
Las llamadas telefónicas y las cadenas de WhatsApp, cuyo contenido es el testimonio oral o escrito de mujeres víctimas de un intento de rapto, han logrado, en considerable porcentaje, producir un cierto pánico colectivo en Barranquilla. Pero no hay denuncias formales. Hasta ahora las denuncias tienen carácter clandestino, se limitan a las redes y a las comunicaciones con emisoras locales. No se les conoce rostro.
Casi todas coinciden en lo mismo: un hombre intenta introducirlas a un vehículo después de lanzarle una sustancia que les quita motricidad y discernimiento, pero no hay denuncias de familiares o amigos sobre desapariciones relacionadas de manera directa con estos casos. Claro, la Policía termina en la mira del francotirador ciudadano y la llamada percepción de inseguridad crece, acompañando al asalto diario y al enfrentamiento entre pandillas.
Bien vale la pena recordar que hay delitos establecidos en el Código penal sobre infundir pánico, como el del 355: “El que por cualquier medio suscite pánico en lugar público, abierto al público o en transporte colectivo, incurrirá en multa”. Como se ve, es considerado un delito menor porque ni siquiera establece el monto de la multa.
Y en materia de delitos informáticos no está claramente tipificada la conducta de pánico por las redes. Algunos juristas consideran que actuaciones de este tipo podrían incurrir en terrorismo. Tal vez no sea para tanto, pero el vacío legal existe. Ahora, otro asunto es el de los feminicidios frecuentes y por supuesto condenables.
Hasta ayer en la tarde no se conocía ninguna denuncia formal, pero si decenas de mensajes de mujeres asustadas, y con razón. El rumor constante amedranta, sobre todo cuando hay hechos recientes de asesinatos.
Este tipo de sucesos suscita entre los periodistas un debate, como el que sostuvimos internamente hace dos días en el Noticiero Televista. ¿Era merecedor de un registro noticioso ese tipo de rumor? El cuestionamiento entre productores y reporteros partió del audio de un desesperado padre que cuenta cómo su hija universitaria había sido objeto de rapto frustrado.
Entonces, poniendo en práctica elementales normas de periodismo llamamos al padre, cuya identidad es conocida. No contestó ni a llamadas ni a mensajes de WhatsApp. Pero el rumor causante de pánico siempre se torna en noticia. E inevitablemente lo es porque se trata del sentir ciudadano y el periodismo busca el bien común, en este caso alertar, prevenir y proteger a la comunidad desde nuestras trincheras.
Ya hay una investigación de oficio en marcha, pero se necesita el impulso de la denuncia con detalles para no buscar en una nube gaseosa de amenazas de raptos. Llama la atención las declaraciones del comandante de la Policía relacionada con una de las tantas versiones. Se refiere al caso ocurrido en la carrera 45 con calle 70. Hubo un radio de búsqueda de tres horas y no se encontró nada.
Si las denuncias llegaran a ser falsas y han logrado crear, como en efecto lo han hecho, un nivel de pánico, quienes las hayan producido están en problemas con la justicia. Si no, como también puede acontecer, que den detalles de lo ocurrido.