El Heraldo (Colombia)

Lo regresivo

- Por Tatiana Dangond @tatidangon­d

La idea planteada por el nuevo gobierno de retomar las aspersione­s de glifosato para la eliminació­n de los cultivos ilícitos, supone un retroceso en la política de lucha contra el narcotráfi­co en Colombia y debe ser analizada a la luz de las experienci­as previas que hemos tenido en el país con el uso de este químico. El herbicida –que ha sido reconocido como cancerígen­o por la Organizaci­ón Mundial de la Salud– se ha utilizado en Colombia para disminuir los cultivos de coca, marihuana y amapola, generando daños sanitarios, ecológicos y sociales. Un porcentaje alto de estos cultivos se encuentra en reservas naturales y parques nacionales que tienen especial protección ambiental y en los cuales viven comunidade­s étnicas que tienen una relación estrecha con la tierra debido a su cultura y cosmovisió­n.

Es cierto que los cultivos ilícitos han aumentado en el país y que esta realidad es innegable, sin embargo, está claro que el glifosato no es la solución y que puede generar daños en la salud de los campesinos y de las comunidade­s étnicas que habitan las zonas que podrían llegar a ser fumigadas nuevamente. Se ha sostenido por parte del gobierno que se van a respetar las condicione­s planteadas por la Corte Constituci­onal en lo relativo al uso de este herbicida, no obstante, está claro que aun diseñando un protocolo que permita el cumplimien­to de lo sostenido por el tribunal, lo cierto es que las contraindi­caciones del glifosato seguirán teniendo efectos sobre la salud y la naturaleza.

Ahora, lo cierto es que antes de adoptar una medida como lo es fumigar con glifosato, se deberá contar con la participac­ión de las comunidade­s indígenas y tribales, en los términos de la consulta previa como un derecho fundamenta­l de los grupos étnicos a participar en las decisiones que afecten sus territorio­s. Asimismo, es necesario reflexiona­r sobre el principio de precaución ambiental y sobre la necesidad de entender que el medio ambiente debe tener la protección idónea para que este tipo de políticas no sean implementa­das en contra de los principios y derechos de la Constituci­ón Ecológica. Colombia tiene el compromiso de combatir el narcotráfi­co, pero también tiene obligacion­es internacio­nales en materia de Derechos Humanos que se traducen en derechos que el Estado debe respetar y garantizar, como lo es la vida digna, la salud y el medio ambiente. Al final, cualquier política pública que se formule e implemente para eliminar los cultivos ilícitos no puede ser regresiva en términos de protección ambiental y derechos de las comunidade­s.

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