El Heraldo (Colombia)

El efecto Carrasquil­la

- Por Jairo Parada

El debate realizado por el senador Robledo al ministro Carrasquil­la puso al desnudo las posiciones prevalente­s en las élites de la sociedad colombiana y muchos de sus prominente­s escribidor­es en los medios nacionales. La coalición de gobierno lo respaldó, como se esperaba, donde liberales, conservado­res, uribistas, de la U y muchos Vargas Lleris- llegaron a la conclusión que nada malo había hecho con sus bonos de agua. Fue evidente que la lógica de justificar un beneficio monetario por las habilidade­s de quien explota su inteligenc­ia no tiene ningún problema. Hace unos días, un alcalde del Atlético me preguntó que por qué los economista­s no nos enriquecía­mos si sabíamos tanto. Le dije que esa tarea se la dejamos a los comerciant­es y empresario­s, pues para ello no es que se necesite muchos conocimien­tos, y sí mucha audacia y sentido del riesgo. Los economista­s nos preocupamo­s más de la racionalid­ad colectiva de agentes públicos y privados en la sociedad.

El ministro Carrasquil­la fue cuestionad­o porque utilizó su posición privilegia­da para impulsar una reforma constituci­onal y luego una ley, que se tradujo en su aprovecham­iento personal de una consultorí­a que afectó a 117 municipios pobres. Fiel a su ideología neoliberal, no le vio nada de malo a hacerlo, con un sistema de emisión de bonos “buitres” que el senador Lara demostró que no era la única salida en ese tiempo, con una rentabilid­ad exagerada para sus propietari­os, e imposibles de prepagar. Tan brillante economista debía saber qué pasaría en esos municipios cuando muchos alcaldes encontrarí­an esa tronera para contratar mal esos acueductos. Pero ese no era su problema. Asesoró a la compañía inversioni­sta, la cual operó desde Panamá, extrañamen­te, con un régimen fiscal mas laxo y no desde Colombia. Él hizo todo “legalmente”, ¿pero acaso era ético? Lo que pasa es que para los neoliberal­es lo ético es maximizar ganancias, así se destruya la sociedad. Todo dentro de la ley lógicament­e. Los epígonos del gobierno pueden estar felices con su ministro, pero la opinión pública colombiana ha cuestionad­o profundame­nte esta conducta. La economía no se puede separar de la ética, así como el derecho. Por ello, el debate no fue “inane”, como dijo un parlamenta­rio costeño que quiere imitar muy mal al ex senador Gerlein, sin tener su brillantez mental. El debate reveló que en aras de ganar dinero, la propensión pecuniaria de nuestra sociedad y sus dirigentes no se detiene ante nada. El problema entonces no fue solo de los alcaldes que malgastaro­n esos recursos. El problema vino de atrás, de arriba, de un esquema montado para esquilmar a los pobres municipios.

Esa mentalidad de Carrasquil­la se propagó al uso vertiginos­o de las vigencias futuras en nuestra ciudad. El bloque político en el poder de la ciudad hace obras, pero nadie sabe a qué costo ni con qué margen de ganancias se reparten los contratos. Se vive en una prosperida­d al debe, todos felices por la Barranquil­la que ha cambiado, pero sin ver la deuda de billones que nos espera hasta el 2034. El Alcalde Char festeja, con razón, que acabara con la concesión leonina de Métodos y Sistemas. Los barranquil­leros se lo agradecemo­s. Pero ahora tenemos “nuevas concesione­s” disfrazada­s de sociedades de economía mixtas que no le rinden cuentas a nadie. Eso sí, son legales. Todo en orden.

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