/ Autócrata de manual
La decisión de Maduro de desplegar tropas en la frontera con Colombia es la vieja táctica de un caudillo acorralado, que busca desviar sus líos internos alimentando un clima bélico contra un enemigo externo.
Una de las tácticas más antiguas y comunes de los autócratas, cuando se sienten acorralados, es alimentar un clima bélico contra un enemigo externo. Con ello se busca desviar la atención de los ciudadanos de la difícil realidad local y, de paso, fabricar un elemento de cohesión patriótica que frene la imparable fractura social. La decisión de Nicolás Maduro de desplegar tropas venezolanas en la frontera con Colombia encaja perfectamente en esa tradición. El presidente del país vecino sabe que su proyecto político se está desmoronando, que la economía del país se ha ido a pique, que los ciudadanos están huyendo con lo puesto del pretendido paraíso bolivariano. Y, ante ese terrible panorama, reacciona como un caudillo de manual: elevando la tensión con Colombia y denunciando que desde este país se prepara un plan para derrocarlo.
Es cierto que, en las últimas semanas, se ha sucedido las declaraciones –no solo de altos cargos de EEUU, sino también del secretario general de la OEA, Luis Almagro, y del flamante embajador de Colombia en Washington, Francisco Santos– que no descartan una “opción militar” en Venezuela. Preguntado en su momento por la afirmación del embajador Santos, el presidente Duque respondió con lo que pareció un jalón de orejas: “Mi línea no es belicista”. Sea cual fuere la evolución que pueda tener en los próximos días la posición del Gobierno en este explosivo tema, compartimos que una intervención militar desde el extranjero no es el mejor modo de detener la crisis venezolana. Incluso podría terminar agravándola, por imposible que parezca. Es evidente que Maduro se siente cómodo con la actual subida de la temperatura diplomática. Con su consabida retórica inflamada, ha advertido a EEUU con “otro Vietnam” si ataca a Venezuela, y ha enviado tropas a la frontera con Colombia. Por supuesto que ante un régimen que se desmorona hay que estar en guardia, por el daño que puede causar en su proceso de descomposición. Pero hay que evitar caer en sus provocaciones, porque es el recurso que le queda a mano para dilatar el descalabro final. El proyecto chavista no da más de sí. Su fracaso es estrepitoso, como lo atestiguan los cientos de miles de ciudadanos que marchan cada año. Eso no significa que la comunidad internacional deba esperar cruzada de brazos el desenlace. Existen vías diplomáticas, e incluso jurídicas, para presionar a un gobierno que esté infligiendo un enorme daño a su pueblo. De momento, pues, atentos a los movimientos de Maduro, sin entrar en su juego.
Por supuesto que hay que estar en guardia contra Maduro, por el daño que pueda causar el proceso de descomposición de su proyecto político. Pero hay que evitar caer en sus provocaciones.