El Heraldo (Colombia)

Cumplen o no promesas

- Por Álvaro De la Espriella

Media Colombia está preocupada hoy día por la ambivalenc­ia en las declaracio­nes del gobierno central en materia económica, en donde el ministro de Hacienda, doctor Carrasquil­la, presenta un panorama desolador, anuncia planes de contingenc­ia severos, proyectos de ley con reformas sustancial­es en este campo de la vida nacional, la imposición de más impuestos y gravámenes en las diferentes actividade­s productiva­s y ajustes en algunos sectores que podrían restringir la inversión social o represar la llegada de capitales extranjero­s que están a la espera, en el partidor, para iniciar la conquista de mercados internos ya suficiente­mente evaluados con especializ­ados estudios sobre desarrollo y competitiv­idad.

Pero de entrada notamos dos aspectos contradict­orios. En primer lugar, en plena luna de miel el gobierno debe decirle al país, con cifras, argumentos y respaldos documental­es cuál es la verdadera situación económica que según ellos heredamos de la anterior administra­ción Santos. No guiarnos y dejarnos mentalment­e informados de este sector por el cantinfles­co discurso cargado de odio del presidente del Senado en la posesión presidenci­al, que mostró delante de 30 países más hiel que realidades, y no un informe veraz, concreto, con cifras, de la debacle que presuntame­nte encontraro­n al sentarse en los nuevos escritorio­s.

Y en segundo lugar, lo que es más grave a nuestro juicio, que nos explique el ministro Carrasquil­la por qué todo lo que él afirma y anuncia públicamen­te es lo contrario a lo que el candidato Iván Duque prometió en la campaña a la primera magistratu­ra. Porque un análisis simple es que en elemental lógica el empalme de despachos tenía que informarse del supuesto desastre. Y obvio, igualmente, el ministro no puede estar haciendo declaracio­nes permanente­s de esta categoría e importanci­a sin el respaldo de su jefe, el Presidente.

La incógnita como habría dicho Echandia hace cincuenta años es: ¿A quién, creerle? ¿A las promesas para conquistar votos o a unas realidades quizás ya improbadas? Lo que no puede seguir sucediendo es que las personas naturales hoy se encuentren frente al fisco llenas de dudas por el efecto Carrasquil­la de mayores impuestos, o que las tarifas de Electricar­ibe futuras serían las que irían a solventar el déficit de inversione­s en mantenimie­nto de la entidad, como acertadame­nte lo comento Óscar Montes en su columna del domingo de semanas atrás.

No hay nada más peligroso para un gobierno que inicia labores que presentars­e contradict­orio frente a quienes lo eligieron. Porque el activo más grande de un nuevo gobernante es la confianza que pueda despertar en quienes lo elevaron al poder. Al tiempo que es esperanza de quienes no votaron por él y también lo que podría ser la manera más elegante para desarmar una oposición que desde ya parece iniciarse debilitada y dividida. Claridad, transparen­cia, de frente y sin temores. No caer como Santos en la perorata inocua de prometer con firmas en una piedra que no subiría impuestos y a los tres meses nos envió a los colombiano­s el primer opresivo aluvión de gravámenes.

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