El Heraldo (Colombia)

Un viaje por el Caribe colombiano

Cada jueves la entrada al Museo del Caribe es gratis ➲ El propósito es que más de 35.200 personas visiten el recinto sin costo.

- Por Michelle Romero O. Instagram: @EmeRomero_

Antes de visitar por primera vez el Museo del Caribe, Carlos, un niño de siete años, brincaba, corría y caminaba de un lado a otro. Él, junto a nueve de sus compañeros de segundo grado del Instituto Técnico Nacional de Comercio Sede 3 (Instenalco), secreteaba­n entre sí, antes de iniciar el recorrido que llevaban una semana esperando.

Eran las 10:30 de la mañana del pasado jueves, cuando el grupo de niños llegó a la entrada del primer museo regional del país. Risas, gritos y alaridos llenaron la sala de registro mientras Carlos y sus amigos esperaban cerca de 20 minutos para hacer el ingreso.

El recinto estaba lleno. Alrededor de 200 personas habían realizado su acceso desde que inició la mañana, pues cada jueves la entrada al museo es completame­nte gratuita. Esa decisión de abrir las puertas sin ningún costo se mantiene desde el 9 de agosto, tras la puesta en marcha de la campaña ‘Jueves de Museo’, con la cual la Alcaldía de Barranquil­la, a través de su Secretaría de Cultura, Patrimonio y Turismo, extiende la invitación a todos los barranquil­leros a valorar el patrimonio cultural de la ciudad.

“Sean todos bienvenido­s al Museo del Caribe. Este es un espacio que se recuperó para ustedes, para que la cultura de los museos se mantenga y la gente pueda disfrutar, aprender, valorar y contribuir a su sostenimie­nto a lo largo de los años. Este museo les pertenece a todos ustedes y queremos que se enamoren de la historia de Barranquil­la y el Caribe”, había anunciado días antes, ante los medios de comunicaci­ón, Juan José Jaramillo, secretario de Cultura, Patrimonio y Turismo del Distrito.

Luego de la espera, los niños del Instenalco ingresaron en compañía de los guías especializ­ados al ascensor que los llevaría a iniciar una aventura con sabor, sonido y color caribe.

NATURALEZA. La sala de la naturaleza, ubicada en el quinto piso del museo, fue la primera estación de los pequeños. Allí se rodearon de la riqueza de fauna y flora que caracteriz­a a la región. Sonidos del río, del mar, de los vientos desérticos, el canto de las aves, el croar de las ranas y los sonidos caracterís­ticos de las distintas especies que habitan en los rincones del Caribe fueron proyectado­s en la sala, generando diferentes reacciones en cada uno de ellos.

Carlos se encontraba fascinado, admiraba las imágenes mientras le confesaba a Ana Belén, una de sus compañeras, que aunque amaba los leones le daría “mucho miedo” ir a la selva por temor a las arañas.

GENTE. Al terminar el recorrido bajaron al cuarto nivel donde se encuentra la sala de la gente. En compañía de Enduyenis David Henríquez, el guía especializ­ado que los esperaba en ese piso, los niños escucharon las historias de los pueblos más representa­tivos de la región. Conocieron sus orígenes, sus asentamien­tos, la relación con el espacio, las mezclas que han producido y los lugares sagrados de las comunidade­s que aún permanecen en nuestro territorio.

Una parte de esta sala llamó la atención de los pequeños. Era la kunkuruba, una choza de estilo indígena en la que pueden ingresar y escuchar en su interior la proliferac­ión de las lenguas aborígenes.

LA PALABRA. La tercera sala se encuentra ubicada en el tercer nivel del museo. Carlos y sus amigos llegaron alrededor de las 11:00 de la mañana. En aquel lugar se encontraro­n con las letras de autores representa­tivos de la literatura del Caribe como Álvaro Cepeda Samudio, José Félix Fuenmayor, Manuel Zapata Olivella, entre muchos otros.

La historia, el imaginario, la poesía, la prosa popular y la literatura adornan esta sala que cuenta desde la palabra la historia de nuestra región. Un mural de ‘costeñol’ donde resaltan las palabras caracterís­ticas de esta zona del país, como chévere, vaina, perrenque, recocha, boli, marimonda, macondo y avispao, se convirtió en el lugar elegido de los niños para eternizar su visita al Museo del Caribe en una fotografía. ACCIÓN. La siguiente estación del recorrido por el museo llevó a los estudiante­s del Instenalco al segundo piso del recinto. Allí los esperaba Alexandra Niebles, la guía especializ­ada que mediante una fascinante historia narrada por objetos de gran valor ancestral instruyó a los niños sobre el accionar socioeconó­mico y político que se ha dado en nuestra región.

Una quijada de burro fue la protagonis­ta de esta sala. La charrasca, un instrument­o musical que nace de la quijada de este mamífero y que genera un caracterís­tico sonido, se robó la atención de los pequeños visitantes.

EXPRESIÓN. La última parada de este viaje por el Caribe que ofrece el museo es la sala de la expresión, ubicada en la primera planta. La música es quien reina en este escenario oscuro, iluminado por la figura de los danzantes. La sala se divide en dos partes, una informativ­a y otra sensorial, logrando así un máximo encuentro de los visitantes con las muestras musicales, dancística­s y carnestole­ndas de los pueblos del Caribe colombiano.

Fueron aproximada­mente dos horas de recorrido en las que Carlos y sus amigos descubrier­on, conectaron y comprendie­ron las distintas expresione­s que forjaron lo que hoy se conoce como costumbres del Caribe. Algo tenían en común los 10 niños al salir del museo: una sonrisa en su rostro y las ganas de regresar pronto.

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Alexandra Niebles, guía del museo, le muestra a los niños el particular sonido de la charrasca.
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JOHN ROBLEDO
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JOHN ROBLEDO Proyección de videos en la sala de la naturaleza.

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