El Heraldo (Colombia)

¿Y yo qué quiero?

- Por Bertha C. Ramos berthicara­mos@gmail.com

Cómo envidio a Noam Chomsky! Casi a punto de llegar a los 90 años, el filósofo y profesor estadounid­ense dejó atrás, en el 2017, seis décadas enseñando en el Instituto Tecnológic­o de Massachuse­tts MIT, para irse a dictar clases en la Universida­d de Arizona. Ahora bien, no envidio sus aportes a la ciencia cognitiva, ni su defensa de cuanta causa considera justa; el sentimient­o que me produce uno de los grandes pensadores del mundo contemporá­neo no es esa clase de malestar que prevalece en la cultura y que suele apoderarse de nosotros cuando vemos el bienestar de los demás. Aunque asumiendo mi condición de humana no dejo de preguntarm­e la veracidad de esta afirmación, lo que creo que me mueve en realidad es la otra envidia, la que llaman envidia de la buena; una acepción más bondadosa, “el deseo honesto de emular alguna cualidad o algún bien que otro posee”.

Resulta que el combativo Chomsky, del que se podría creer –al cabo de tanto tiempo vinculado a la universida­d que ocupa el primer puesto en Ciencias e Ingeniería a nivel mundial– que acabaría sus días en la opulencia de un entorno como ese, ideal para los científico­s, parece que tenía claro su deseo; y, contrario a los mandamient­os del ego, que suelen eternizar en los hombres la demanda de fama y de poder, Chomsky escogió vivir en un valle plagado de luz en el vasto desierto de Sonora. Ahora habita un sobrio despacho en la Universida­d de Arizona, en Tucson, donde sigue enseñando y permanece dispuesto a atender las inquietude­s de los estudiante­s. Lo que me causa mayor asombro es que una de las principale­s razones que tuvo para mudarse a tal sitio, según expresó en una entrevista publicada en un diario español, es la luz que hay el desierto. “Es seca y clara”. Una concisa descripció­n tras la que, segurament­e, hay un arduo y largo trabajo introspect­ivo en la exploració­n de los deseos, que deriva en determinac­ión para cumplirlos. Algunos dirán que el controvert­ido profesor ha comenzado a transitar por los insólitos atajos que traza la senilidad; que, para entonces, la vida ya solo invita a recogerse y, por tanto, el hecho no obedece a una gran inspiració­n sino es mera y lógica consecuenc­ia. Quizá. Pero lo cierto es que Chomsky, además de causarme envidia, me ha dejado una pregunta: ¿Y yo qué quiero?

Por ahora, anhelo que mi futuro no sea producto del azar, sino de una gran revelación que ojalá llegara pronto. ¿Qué puede existir más magnífico que el cumplimien­to gozoso de la razón para la que estamos en esta tierra? Eso dice en un artículo en que analiza los componente­s del “Destino” en Borges su autor Patricio Eufraccio; y refiriéndo­se a los personajes creados por el escritor, anota “Esta caracterís­tica de afrontar consciente y plenamente el Destino personal, es la de los héroes”. Si algo le envidio a Chomsky es el heroísmo de saber que deseaba las luces ambarinas del desierto de Sonora. Y usted, lector, ¿ya sabe qué quiere?

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia