Quedó sin palabras
Les dije que envidiaría a todo aquel que asistiera a cada acto de la Primera Feria Internacional del Libro en Barranquilla, porque, además de una gran cantidad de libros que se presentarían, había un manjar exquisito de expositores que disertarían sobre tantos tópicos, que bien hubiera valido la pena convertirse en un Marbel Comic –a propósito de literatura contemporánea–, que tuviera la capacidad de reproducirse en tantos ‘Yoes’ como conferencias simultáneas se estuvieran desarrollando. Pero no los envidié, porque este único ‘Yo’ estuvo en la mejor de todas, por su contenido literario y emocional, que dan para un cuento o una novela.
Sucedió en la conferencia del periodista y escritor Juan Gossain, llamada ‘Particularidades de la Lengua Castellana’, una disección aséptica de lo que conocemos como “idioma español”, en la voz de este cirujano de la palabra, que opera tanto en la trinchera donde se corrigen los entuertos del idioma, como en el quirófano estético donde se depura el lenguaje. Nuestro idioma visto en su sentido universal; y también en el regional, ese otro idioma que hablamos “los de por aquí”.
Estaba en primera fila, al lado de Carlos Alvarado, mi testigo de ocasión para lo que sucedió, desde donde pudimos apreciar en primer plano a este purista lingüístico disecando los diversos elementos que constituyen este pluriverso que lenguajeamos, para mostrarnos toda su magnificencia desde sus orígenes ‘precastellánicos’, los niveles de pureza y mantenimiento de la identidad en el tiempo, hasta esto de hoy que, por ser un lenguajear, es también, un co-emocionar. Fuimos afortunados los asistentes porque nos mostró su interior literario que nace del aprendizaje de este idioma y lenguaje por parte de su padre, un migrante de origen libanés que los desconocía por completo y fue capaz de aprenderlo a la perfección estudiándolo día y noche con un tal tesón que su hijo no tuvo alternativa diferente a aprenderlo igual de bien. Y se lo enseñó de la mejor manera, disfrutándolo, como debe ser el aprendizaje para hablar bien.
Después de los aplausos que le dimos por esa exposición adoctrinadora en el buen uso del idioma y el lenguaje, empezó el verdadero conversatorio. De repente, un adulto joven irrumpió con voz de trueno para hacer un anuncio más que un comentario. Públicamente le daba las gracias al periodista porque fue su tabla de salvación en el momento más crítico de su vida, en unas condiciones de absoluta pobreza en las que debía decidir si ingresar a la guerrilla o cualquier otro grupo, o escoger la literatura y vivir. Hoy, le entregaba un libro que escribió, llamado Los zapatos rotos, en homenaje a este señor que decía unas cosas por la radio que le mostraron un camino diferente al suicidio intelectual. Este nuevo escritor se llama Richard Palacios Barrera, es abogado y periodista.
El de la palabra quedó sin palabras.