El Heraldo (Colombia)

La plata es nuestra

- Por Roberto Zabaraín

Desde tiempos inmemorial­es se vienen oyendo las quejas de autoridade­s, gremios locales y portuarios sobre el calado del Río Magdalena y de la necesidad de dragarlo para mantener una profundida­d que permita a los buques de mediana capacidad entrar por Bocas de Ceniza hasta nuestros puertos. Mediana, porque lo que se dice grandes buques cero verde. La anual cantaleta llevó a pensar que se trataba de un recurrente negociado. Todos recuerdan aquella draga china que, por cuenta de algún parlamenta­rio avivato, más que el sedimento dragó las finanzas nacionales rumbo a su propio bolsillo. De memoria nos sabemos el coro, que si los ocho metros, que no, que nueve, que si los barcos tienen que ir hasta Santa Marta o Cartagena para descargar parcialmen­te y disminuir calado lo que implica sobrecosto­s de transporte, que toca dragar. Año tras año, el propio cuento del gallo capón y de aquello nada.

Para resolver el problema se expidió, con ponencia del senador Fuad Char, la Ley primera del 91, que obliga a la nación, léase Cormagdale­na, al mantenimie­nto del canal de acceso. Pero nada. Bastante que escribió el otrora columnista de EL HERALDO –y hoy parlamenta­rio César Lorduy–, librando por el dragado permanente una insistente batalla. Pero nada tampoco. Los últimos gerentes de dicha entidad han sido barranquil­leros, pero como si nada, porque es un plante, los gerentes solo obedecen órdenes del gobierno central, así que la culpa la sigue teniendo el centralism­o, los cachacos, que todo lo enredan. Porque plata hay, y es nuestra.

Los puertos deben pagar a la nación una contrapres­tación por el uso del espacio público, o sea la ribera. El 60% de esa plata, que es nuestra, va para Cormagdale­na, y el 40% para el Distrito. Es tan nuestra, que Álex o Elsa, o los dos, con su 40% financiaro­n a largo plazo el Corredor Portuario, obra pertinente y necesaria, que ahí está prestando su servicio. En cambio, el 60%, también nuestro, no se ve, parece lo tienen como plata de bolsillo, el centralism­o lo usa para asuntos varios, burocracia, obras en el río y hasta lejos del mismo, entre ellas, –¡pásmense!– el Túnel de la Línea.

Estamos hablando de una suma que sobrepasa los 25 mil millones anuales. Supongamos que los cachacos se queden con diez mil. Los otros quince mil sirven sobrados para financiar a largo plazo un leasing y traer la mejor de las dragas, y tenerla aquí todo el año. Y viene entonces la misión del bloque parlamenta­rio del Atlántico, y de tanto pantallero atrinchera­do en puertos y gremios que se las pican de genios. No se dejen enredar con adiciones y esguinces presupuest­ales. Solo tienen que conseguir el aval para que, tal como con el corredor portuario, la draga la compremos nosotros mismos, con nuestra propia plata.

Coletilla: Nos bailan el indio también con la atollada APP que aguas arriba del puente nos daría por igual carga fluvial como marítima, si pudiéramos traerla por río desde La Dorada, muelle de Bogotá, y recogerla en todos los múltiples pueblos de ribera. Pero es tema de otra columna.

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