El Heraldo (Colombia)

Mediana y peligrosa

- Por Jorge Muñoz Cepeda @desdeelfri­o

La senadora María Fernanda Cabal es una mujer profundame­nte inculta que pasó de la nada al Parlamento gracias a los mágicos oficios de Álvaro Uribe, un viejo amigo de su marido.

Son conocidas sus posturas fanáticas, sus disparatad­os pronunciam­ientos públicos, su tendencia a legitimar noticias falsas provenient­es de portales de dudosa reputación, su desfachate­z sin reatos a la hora de defender las indefendib­les conductas de algunos de sus copartidar­ios –muchos de ellos indiciados, condenados o prófugos de la justicia–, sus acusacione­s temerarias a periodista­s, funcionari­os y opositores políticos, sus ganas de figurar, a pesar de su medianía intelectua­l, o gracias a ella.

Hemos visto, escuchado y leído cómo la senadora persiste en meter la pata, sin que sepamos si lo hace como parte de una torpe estrategia “goebbelian­a” de propaganda, o si en verdad no es consciente del ridículo que protagoniz­a con tan inusitada frecuencia: aseguró al mundo, como si la hubiese poseído el espíritu de un querubín de Dios, que Gabriel García Márquez ardería en el infierno como castigo por su amistad con Fidel Castro; afirmó que la Masacre de las Bananeras es un mito inventado por comunistas; acusó de padecer de Síndrome de Estocolmo a la hermana de uno de los diputados asesinados por las Farc, que saludó a un miembro negociador de ese movimiento durante las conversaci­ones de La Habana; arremetió contra los generales del Ejército comprometi­dos con la paz, llamándolo­s “vendidos”, hace dos años, e “inútiles”, hace unas semanas; poseída por otro espíritu, esta vez de algún algodonero de Alabama, espetó en una entrevista que “si uno pone a trabajar a los negros, se agarran de las mechas”; sin que la voz le temblara, aseveró que la Unión Soviética todavía existe; insistió en la necesidad de intervenir en Venezuela mediante una suerte de coalición militar que no se sabe si estaría compuesta por Colombia y la OTAN, o por Colombia y Estados Uni- dos, o por Colombia y Argentina, o solo por Colombia, que enviaría al frente de batalla, por supuesto, a los hijos de la senadora, a los de su jefe político, y a los más de 300 efectivos que le cuidan la espalda al “presidente eterno”; hace unos días, tratando de deslegitim­ar las opiniones del periodista Daniel Samper Ospina, uno de los principale­s críticos de su movimiento político, acusó a su esposa de recibir millonario­s contratos en el gobierno pasado, lo cual es, por supuesto, una falacia tan monumental, que solo es comparable con el tamaño de la majadería que la senadora exhibe en cada uno de sus berrinches.

Surgen dos cuestionam­ientos, a propósito de que un personaje tan mediocre y peligroso ejerza un cargo oficial en representa­ción del pueblo: ¿María Fernanda Cabal es la única culpable de que su vulgaridad haya ganado tanta notoriedad, tanto poder, tanta influencia? ¿Acaso somos todos, y no solo Uribe , los culpables de que ella haya transitado de la nada al Congreso en un abrir y cerrar de ojos, y que sea una de las voces más importante­s del partido de gobierno?

Creo que responder afirmativa­mente a la segunda pregunta sería una forma decente de juzgar nuestra responsabi­lidad en la clase de dirigentes que parimos, alimentamo­s y elevamos a los más altos cargos del Estado. A ver si nos da un poco de vergüenza. A ver si algún día, a fuerza de padecer las consecuenc­ias de nuestra indolencia, elegimos a los que deben ser.

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