Lo que faltó
Una semana llena de mensajes controversiales en el marco de la Asamblea General deja sinsabores, retrocesos y posturas frente a las cuales los colombianos debemos responder desde lo humanitario, la coherencia y la solidaridad. La crisis venezolana fue tal vez uno de los puntos centrales de las intervenciones en el marco de la organización, frente a la cual los diferentes mandatarios del hemisferio –a excepción de Cuba y Bolivia– manifestaron su rechazo a la dictadura en Venezuela y la necesidad de tomar medidas para proteger a migrantes que salen diariamente del vecino país por el hambre, la violencia y la persecución. El presidente Iván Duque manifestó la necesidad de tomar medidas desde la comunidad internacional para acabar con la dictadura en Venezuela, medidas frente a las cuales en ningún momento mencionó una intervención militar por parte de Colombia. A pesar de que Duque ha dicho en reiteradas ocasiones que la solución no es una intervención militar, los discursos de Mike Pence y Donald Trump dejaron un ambiente de tensión que afectó aún más las relaciones entre Colombia y Venezuela.
Está claro que para Estados Unidos una intervención militar podría ser una opción y que su mensaje caló fuertemente en la dictadura venezolana, generando una inesperada participación de Nicolás Maduro en la Asamblea General, quien en un discurso lleno de contradicciones terminó planteando la posibilidad de dialogar con el gobierno estadounidense. En cualquier caso, el tema en Colombia generó el peor de los rechazos, pues en el ambiente se sintió una incertidumbre sobre la postura que tomaría el gobierno colombiano ante la insinuación claramente plasmada en las palabras de Pence y de Trump. Lo cierto es que, si bien el discurso de Duque en la Asamblea Gene- ral al referir la situación en Venezuela fue apegado al derecho internacional, sus palabras habrían podido dar un mensaje y marcar una hoja de ruta de lo que será la acogida y protección de migrantes venezolanos.
En su discurso afirmó que ha sido la peor crisis migratoria de la región, pero lo cierto es que durante las décadas de violencia que ha vivido Colombia sus nacionales también se han desplazado masivamente a otros países vecinos. Esta precisión es determinante hacerla, porque le permite tanto al gobierno como a la sociedad colombiana entender que la respuesta siempre debe ser humanitaria, de solidaridad y búsqueda de alternativas para responder a las necesidades en materia de salud y seguridad que viven los migrantes en nuestro territorio, quienes caminan días con niños y niñas en brazos, sin recibir –en la mayoría de los casos– la ayuda que necesitan. Hablar de una intervención militar es una idea que debe estar por fuera de la agenda del país, sería un error humanitario como lo han sido previas intervenciones en otros territorios, y que no han logrado restablecer orden democrático ni la vigencia de los derechos.