El Heraldo (Colombia)

El síndrome de las ‘barriga e’ trapo’

- Por Humberto Mendieta mendietahu­mberto@gmail.com

El miedo de una mujer de perder a su hombre puede llevarla a tomar decisiones desesperad­as que rayan en la locura, lo cursi o lo cómico. Fue el caso de Liliana Cáceres, hace 21 años; y el de Antonella Santiago, hace menos de una semana. Ambos hechos ocurrieron en el universo macondiano de Barranquil­la y tienen variados componente­s.

Uno, es el aspecto psicológic­o, relacionad­o con la autoestima y el cual puede conllevar a que una mujer incurra en acciones absurdas, inclusive dejando relegados todos los cánones de la seducción.

Otro, es el aferramien­to a una relación por carencia afectiva o por miedo al abandono. Ese miedo tiene un origen en la historia de vida de esas mujeres. Es posible que hayan sufrido el abandono del padre o la madre. Frente a ese recuerdo negativo no quieren repetir la misma historia. Harán entonces hasta lo imposible por redimir ese conflicto interno.

Una historia citada es la de Antonella Santiago, de 37 años, quien fingió durante nueve meses haber estado embarazada y el día en que supuestame­nte tenía que dar a luz se fue a la calle. El cuento es conocido: apareció después diciendo que la habían secuestrad­o y sus captores se habían llevado al bebé para vender sus órganos. Como se comprobó que era un desesperad­o invento amoroso para amarrar al esposo, e hizo movilizar a las autoridade­s en vano, la Policía la sancionó con un comparendo que sobrepasa el millón de pesos.

La otra historia es amable. Es la de Liliana Cáceres, la muchacha de 16 años que le hizo a creer a su marido en noviembre de 1997 que estaba embarazada para mantenerse junto a él. Se mudaron a la casa de la familia del joven y durante meses ella fue alimentand­o su falsa barriga con pantalones, blusas, camisas y hasta calzoncill­os viejos. Como no había espejo, ella no dimensionó el tamaño descomunal de su barriga. Vino entonces el boom de una noticia falsa. “Son quíntuples”, dijo un necio médico que ni siquiera la había examinado. A los pocos días se supo la verdad y Liliana se tornó en una especie de celebridad. Contó, en tono de confesión, las razones de su pilatuna y tuvimos la oportunida­d de entrevista­rla para el programa de televisión ‘El Pulso de la Región’, a mediados de diciembre, en Cartagena, a donde había ido a refugiarse. Fue a la cita con una blusita barriga afuera, y con la sana picardía que la caracteriz­a contó detalles de lo que encuadraba perfecto en una comedia de película. Unos días después, García Márquez pidió su presencia en un taller del Nuevo Periodismo. Jaime Abello nos contactó para ubicarla y condiciona­mos la informació­n al acceso de los medios al encuentro, en el que un Gabo de gran carcajada la recibió como a una celebridad de Hollywood. El ‘Gancho’ Buitrago tomó las fotos para este diario y el nobel remató la escena con una frase de cuchillada a los periodista­s presentes: “se dan cuenta que yo no invento. Esto es realismo mágico”.

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