El Heraldo (Colombia)

¿Lucha contra las drogas?

- Por María Fernanda Matus @MariaMatus­V

Ese déjà vu que caracteriz­a a la actualidad colombiana es recurrente. Es fácil predecir el futuro en este país del pasado. Es fácil adivinar lo que va a ocurrir. Vuelven a bajar el presupuest­o a la educación y lo aumentan a la guerra. Todavía no han entendido que la violencia no es la base del problema sino una consecuenc­ia. Los verdaderos problemas están en la injusticia social, en la falta de oportunida­des para todos los ciudadanos.

Regresamos a la lucha contra las drogas, retomamos la misma receta que se ha comprobado que no funciona; al veneno que representa el glifosato, a la persecució­n y estigmatiz­ación… al error. Van a invertir más en la guerra que en la educación, como si la guerra fuera una novedad y no la definición del fracaso en una sociedad que está acostumbra­da al horror. La lucha contra el narcotráfi­co, contra la violencia, contra los grupos armados se combate con educación, con mejores oportunida­des para todos. No persiguien­do a los consumidor­es ni a los campesinos, mucho menos destruyend­o la naturaleza.

El punto cuatro del Acuerdo parece inexistent­e, su implementa­ción una farsa. No hay garantías. Regiones como Nariño han estado abandonada­s a su suerte a lo largo de la historia. No se pueden erradicar cultivos ilícitos sin encontrar soluciones para los campesinos. Sustituir para luego erradicar. No matar o dejar a la deriva. El posconflic­to y la lucha contra las drogas está lejos de la capacidad de entendimie­nto de la sociedad. La democratiz­ación del campo y la legalizaci­ón son el primer paso para acabar con esta problemáti­ca que se volvió social. Dejar de rendirle pleitesía a Estados Unidos es el segundo paso.

Colombia ha dependido de la guerra y del narcotráfi­co durante años. Es el negocio más rentable para unos cuantos. En medio de tanto caos, existen campesinos que se dedicaron a sembrar coca. No porque lo decidieron, no por ser guerriller­os o paramilita­res, simplement­e les tocó, han vivido el conflicto sin ninguna posibilida­d de elección. El tema es que no hay ningún tipo de apoyo para lugares como Tumaco, una zona totalmente ahogada en el conflicto. Una zona que debería estar monitoread­a, protegida y en proceso de solucionar el futuro de campesinos y civiles. No en el deterioro y abandono que se encuentra hoy en día.

Parece una perogrulla­da decir que la educación debe ser prioridad, que la violencia es una consecuenc­ia de las problemáti­cas sociales, que la lucha contra las drogas no se combate con más violencia. Sin embargo, un amplio sector de la sociedad sigue sin comprender, o tal vez, sin querer hacerlo. El mayor problema en Colombia no son la drogas, ni la violencia, ni la guerrilla, ni los paramilita­res, ni los narcotrafi­cantes, el mayor problema es la sociedad, su egoísmo e indiferenc­ia. Seguir ignorando la otra cara de Colombia, la que necesita de herramient­as para salir de la miseria. Esa Colombia en donde están casi todos.

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