El Heraldo (Colombia)

En el lugar equivocado

- Por Claudia Ayola @ayolaclaud­ia ayolaclaud­ia1@gmail.com

Fundamenta­lmente, Amparo Grisales está allí por las luchas feministas. También por eso estoy yo aquí, escribiend­o sobre ella. Es decir, el feminismo ha posibilita­do abrir escenarios para que las mujeres tengamos oportunida­des y posibilida­des de escoger. Escoger quiénes somos y de qué manera nos deseamos expresar en el mundo. Es verdad, hay feministas con bigotes, han resuelto sobre su cuerpo qué transforma­ciones eligen como importante­s y qué precio quieren pagar. También hay muchas otras que, pese a la auténtica crítica que tienen sobre los patrones de belleza hegemónica, se pintan la boca de rojo y se depilan todos los pelos del cuerpo que se les da la gana. Las luchas del feminismo no se han disputado en lo público solamente, sino que han tenido una fuerte incidencia en la vida privada de las mujeres.

Una fuerte incidencia sobre sus cuerpos –nuestros cuerpos– como territorio­s en disputa. Las mujeres, entonces, cada vez podemos elegir más el número de hijos, si es que queremos tenerlos. Las decisiones sobre nuestra vida reproducti­va es la máxima muestra sobre esa autonomía sobre los cuerpos, el bigote, al que se refiere Amparo, es apenas un asunto menor. Nos movilizamo­s por el mundo luchando por la despenaliz­ación total de aborto, esa sí que es una apuesta, hacerse la cera no es la gran cosa. Pero, sí de eso se trata, se trata de opciones para que seamos lo que queramos ser. Es posible que Amparo quiera la vida eterna a punta de botox y cirugías. Es respetable. La gente a veces hace chistes con su edad hasta el punto que se volvió en un ícono de la inmortalid­ad. Ya saben, chistes de mal gusto por todo. En una ocasión leí que Dios había creado a Adán y a Eva porque Amparo Grisales se sentía muy sola; en época de elecciones leí una promoción al voto informado: “Antes de votar piensa en qué país quieres dejarle a Amparo Grisales”; después vi un meme que decía que Amparo había la modelo del calendario Maya. A ella no le perdonan que sea bonita a su edad. Ese mismo mundo que naturaliza el acoso callejero, es el mundo que supone que una mujer a su edad debe estar sentada tejiendo.

Por mucho trabajo comprometi­do que tenga Alejandra Borrero sobre la lucha contra la violencia basada en género, no se puede considerar medianamen­te seria su discusión con Amparo Grisales. La precarieda­d de los argumentos hace juego con las luces del escenario. Hace un mes encontraro­n el cuerpo sin vida de Brenda Pájaro Bruno en el sector Miramar, en Barranquil­la. La asesinaron con absoluta crueldad mientras la Policía suponía que ella se había ido por su propia voluntad. Sería divino que los temas de las mujeres se redujeran a discusione­s banales en programas de farándula con las eruditas conclusion­es de Amparo Grisales sobre el origen de las lesbianas. Pero no, no es así. Mientras las luces estaban en otro lado, dejaron que pasaran 33 días antes de encontrar a Brenda a pesar de que la familia proporcion­ó la informació­n de la ubicación de su celular. La Policía le dio al asesino la ventaja de 33 días para borrar evidencias. Que los montajes de espectácul­os mediáticos no nos hagan olvidar lo importante: el derecho a la vida y a la seguridad de las mujeres.

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