Dominados por el egoísmo
Es triste reconocer que vivimos en un mundo donde impera el egoísmo, donde el consumismo, la frivolidad, el materialismo, la insolidaridad y hasta el fanatismo están por encima de los valores éticos del ser humano y más allá de la generosidad y el respeto por los demás.
Un mundo egoísta altamente contradictorio y confuso, donde individualmente llegamos a alguna parte, pero juntos armamos un trancón y cada cual hace lo que quiera con su vida sin importar lo que suceda a su alrededor ni mucho menos darnos cuenta que los acontecimientos tan desagradables y dolorosos que vemos a diario también sacuden de alguna forma nuestras vidas.
El egoísmo hace referencia al amor excesivo e inmoderado que una persona siente sobre sí misma y que le hace atender desmedidamente su propio interés. Por lo tanto, no se interesa por el prójimo, más bien rige sus actos de acuerdo a su absoluta conveniencia. El egoísta se va quedando solo por elección, porque es incapaz de compartir nada, por eso se dice que “cuando desaparece el Ego y surge la conciencia podemos pensar con el corazón”.
El egoísta vive encerrado en su propio mundo, en el que todas las atenciones son dirigidas hacia sí mismo, en su estrecho y aislado universo no existe la empatía. Dicha persona no acepta que todos los seres humanos estamos relacionados y todos somos necesarios para el crecimiento, el aprendizaje y para la vida en general.
De por sí el egoísta es una persona difícil de tratar, tanto así que puede llegar a ser tan egoísta para no reconocer su egoísmo, ya que tal vez puede considerar que eso es algo bueno y que poner las necesidades de los otros antes que la suya es para gente tonta. Pero como decía Francisco de Quevedo “El que quiere en esta vida todas las cosas a su gusto, tendrá muchos disgustos en su vida”. Roque Filomena