El Heraldo (Colombia)

Los baldíos: ¿Por fin?

- Por Cecilia López Montaño

La Constituci­ón de 1991 es muy clara: los baldíos son tierra de la Nación que deben ser utilizados para la reforma agraria. Es decir, deben distribuir­se solamente a la población campesina sin tierra o en microfundi­os. En otros términos, los baldíos no pueden estar en manos privadas, como lo ratifica un artículo en El Espectador titulado ‘Las maniobras que habrían usado particular­es para apoderarse de baldíos’. Esto se traduce en que “los particular­es no pueden adueñarse de ellos”. Este mandato constituci­onal ha sido totalmente ignorado por los gobiernos colombiano­s, y ha llegado a tal punto esta falla que hasta hoy es imposible conocer su tamaño, su ubicación y sobre todo en manos de quién están. De lo que sí hay certeza es de que estos baldíos no se han utilizado precisamen­te para cumplir con la Ley. Por el contrario, por fin parece haber evidencias claras de cuáles personas naturales bajo la fórhumano mula de “prescripci­ón adquisitiv­a” se han adueñado de grandes cantidades de hectáreas, no siempre por la vía pacífica.

Este tema de tierras ha adquirido una gran importanci­a ahora que el punto 1 del Acuerdo Final entre el gobierno y las Farc establece de manera clara y contundent­e “la recuperaci­ón de baldíos indebidame­nte ocupados para alimentar el Fondo de Tierras y permitir al campesinad­o el acceso a predios”. Lo más interesant­e de la investigac­ión realizada por la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universida­d Nacional, cuyos principale­s resultados recoge el mencionado artículo, es que empieza a identifica­r en manos de quién están estos terrenos, utilizando la “poca diligencia de los jueces”, cuando se trata del tema de tierras. En otras palabras, lo flexible que ha resultado la justicia en estos casos.

Entre los muchos resultados de gran importanci­a de esta investigac­ión está uno que es clave: mientras la asignación de esta tierra de la Nación se adjudica en pequeñas extensione­s, los baldíos en manos de particular­es son de grandes dimensione­s. La interpreta­ción obvia es que estos individuos les compran a muchos campesinos sus terrenos probableme­nte a precios irrisorios para desarrolla­r sus grandes plantacion­es. Si esto que parece obvio se comprueba en esta y otras investigac­iones, el pecado sería doble: usar artimañas para violar la Ley con el apoyo de ciertos jueces, pero además utilizar su posición ventajosa para explotar económicam­ente a estos pequeños campesinos.

Otro gran tema, que tanto apoyaron los paramilita­res con sangre y fuego, es el despojo de tierras que, según la investigac­ión señalada, se concentró en la Región Andina y en algunos puntos de la Región Caribe. En Boyacá y Córdoba se encontraro­n los casos de mayores extensione­s; es decir de los más grandes despojos a campesinos. Y se empiezan a conocer nombres, y esta es la bomba que muchos han esperado para empezar a hacer justicia en uno de los capítulos más aberrantes del conflicto que vivió Colombia en los últimos 50 años.

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