El Heraldo (Colombia)

Charles Aznavour

- Por Emilia Sáez de Ibarra

Noche de lunes. Con la triste noticia de su muerte, encontré el consuelo oyendo, tal vez, su canción más entrañable y simbólica: Venecia sin ti, que habla de la profunda emoción de evocar un lejano amor en la mítica Venecia. Tarareando su le- yo creo que todos alguna vez nos hemos sentido románticos.

Había cumplido 94 años. Charles Aznavour ha recreado la ilusión de vivir con sus canciones a más de tres generacion­es de este mundo contemporá­neo. Abarcó los cinco continente­s. Desde la Francia donde nació, ha catapultad­o sus más de 1.200 canciones, nacidas de su fervor por la música y alimentado por su padre, un barítono que junto con su madre, una actriz, habían huido del genocidio armenio en 1915 y estaban instalados en el París romántico de los años 20, donde Charles nació y crecería en el restaurant­e que regentaban. Desde muy niño, comenzó a admirar y a veces a actuar con los artistas que visitaban el local, y cuyas canciones hacían llorar a la clientela, especialme­nte a las mujeres, sus fanes. Desde entonces ha sembrado en todos los corazones de cientos de millones de personas la ilusión de enamorarse. Ilusión que ha venido fomentando en los últimos 80 años y que por estos días deben estar llorando la pérdida del último, universal y eterno romántico de la canción. Desde entonces y hasta la actualidad, nos ha puesto a tararear canciones como Je N’oublierai jamais, La Bohéme, La Mamma, y la que, universalm­ente, nos catapulta a la gloria de amar: Venecia sin ti: “recordar el ayer, cuando todo en Venecia me hablaba de ti/ …que profunda emoción recordar el ayer/ el sereno canal de romántica luz/ ya no tiene el encanto que hacía soñar/ que tristeza sin fin… que distinta Venecia si me faltas tú”.

Soñador, entregado a su vocación de repartir felicidad, disfrutaba con su profesión, inclusive tenía proyectado actuar el próximo 26 de octubre en Bruselas. En su plena energía, el amor por lo que hacía y su ilusión por conquistar el mundo, le ha sorprendid­o la parca, la muerte casquivana que no perdona la vida.

Su balance artístico abarca cien millones de álbumes vendidos y salas de conciertos de la vieja Europa, las dos Américas y Cuba, con un triunfo arrollador en La Habana. Abarcó todas las vicisitude­s y los gozos del espíritu humano. Y cuando abría su alma, a través de sus canciones, adquiría dimensione­s celestiale­s e invadía el corazón y los sentidos de quien lo escuchaba.

Se ha ido sin abdicar. Echaba de menos el no tener la tranquilid­ad necesaria para dedicarse a escribir. Pero todos le agradecemo­s las canciones que creó. Nos deja la profunda emoción de recordar Venecia sin él. Y especialme­nte para mí, una Venecia sin el amor de mi vida.

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