Corresponsabilidad
En una sociedad donde la corrupción se respalda por sectores de la ciudadanía, donde el populismo y el dinero siguen siendo factores determinantes para la elección de sus gobernantes, se necesita más que una reforma política para tener líderes y no caudillos o avaros. Con mucho entusiasmo se conoce que la reforma política fue aprobada en primer debate, hecho que da cuenta de que hay una sinergia entre el mandato popular, el Gobierno y el Congreso, aunque dicha unidad inicialmente se manifieste solo en este proyecto. Esta responde a una realidad palpable de la realidad política colombiana, como lo es que tradicionalmente ha habido una concentración del poder entre hombres con poder o con dinero, limitando la participación de mujeres y de hombres de diferentes sectores socioculturales o incluso de aquellos que, a pesar de contar con capacidad económica, no están moralmente dispuestos a invertir ingentes cantidades de dinero en una campaña política.
Ahora, no hay reforma que aguante a la práctica cultural, ni a las artimañas políticas. Pueden modificar, transformar y hacer todo tipo de tecnicismos para cambiar las malas prácticas, –y como lo he dicho previamente hay reformas necesarias– pero lo cierto es que la última palabra la tiene quien vota, quien comparte un mensaje de WhatsApp respaldando a algún político corrupto, o incluso aquel que por desidia no opina, no se manifiesta o no vota. Puede haber paridad de género en las listas, pero siempre que exista el machismo y que la sociedad lo respalde, muchas de las candidatas que participarán serán un comodín para impedir que haya una verdadera participación de mujeres con posturas diversas, tanto liberales como conservadoras, pero que representen un de- safío a la realidad patriarcal política que ha imperado en la historia. Podrá haber lista cerrada, pero si los que siguen ganando son los que reparten ron, lechona y billetes de 20.000, los partidos seguirán llenando sus listas de adinerados o despilfarradores que ya sabemos donde piensan recuperar su “inversión”.
Colombia está llena de personas brillantes, con ganas de trabajar por el país y con principios, que no tienen acceso a los partidos, o ni siquiera intentan participar en una contienda política porque prefieren ahorrarse el malestar de perder con buenas ideas, pero por falta de plata, equipo o voluntad popular. La corrupción y la dificultad para participar o ser elegido por las razones que he expuesto previamente minan las posibilidades que tiene un país de crecer, de desarrollarse tanto económica como socialmente, respetando el Estado de Derecho y entendiendo que hay una corresponsabilidad entre la ciudadanía y las personas en las que esta delega la toma de decisiones que afectan el interés general. La reforma es un anhelo, pero la transparencia y la efectividad son una necesidad que solo se logra con el control político y la coherencia entre el discurso y los hechos.