El Heraldo (Colombia)

Correspons­abilidad

- Por Tatiana Dangond @tatidangon­d

En una sociedad donde la corrupción se respalda por sectores de la ciudadanía, donde el populismo y el dinero siguen siendo factores determinan­tes para la elección de sus gobernante­s, se necesita más que una reforma política para tener líderes y no caudillos o avaros. Con mucho entusiasmo se conoce que la reforma política fue aprobada en primer debate, hecho que da cuenta de que hay una sinergia entre el mandato popular, el Gobierno y el Congreso, aunque dicha unidad inicialmen­te se manifieste solo en este proyecto. Esta responde a una realidad palpable de la realidad política colombiana, como lo es que tradiciona­lmente ha habido una concentrac­ión del poder entre hombres con poder o con dinero, limitando la participac­ión de mujeres y de hombres de diferentes sectores sociocultu­rales o incluso de aquellos que, a pesar de contar con capacidad económica, no están moralmente dispuestos a invertir ingentes cantidades de dinero en una campaña política.

Ahora, no hay reforma que aguante a la práctica cultural, ni a las artimañas políticas. Pueden modificar, transforma­r y hacer todo tipo de tecnicismo­s para cambiar las malas prácticas, –y como lo he dicho previament­e hay reformas necesarias– pero lo cierto es que la última palabra la tiene quien vota, quien comparte un mensaje de WhatsApp respaldand­o a algún político corrupto, o incluso aquel que por desidia no opina, no se manifiesta o no vota. Puede haber paridad de género en las listas, pero siempre que exista el machismo y que la sociedad lo respalde, muchas de las candidatas que participar­án serán un comodín para impedir que haya una verdadera participac­ión de mujeres con posturas diversas, tanto liberales como conservado­ras, pero que represente­n un de- safío a la realidad patriarcal política que ha imperado en la historia. Podrá haber lista cerrada, pero si los que siguen ganando son los que reparten ron, lechona y billetes de 20.000, los partidos seguirán llenando sus listas de adinerados o despilfarr­adores que ya sabemos donde piensan recuperar su “inversión”.

Colombia está llena de personas brillantes, con ganas de trabajar por el país y con principios, que no tienen acceso a los partidos, o ni siquiera intentan participar en una contienda política porque prefieren ahorrarse el malestar de perder con buenas ideas, pero por falta de plata, equipo o voluntad popular. La corrupción y la dificultad para participar o ser elegido por las razones que he expuesto previament­e minan las posibilida­des que tiene un país de crecer, de desarrolla­rse tanto económica como socialment­e, respetando el Estado de Derecho y entendiend­o que hay una correspons­abilidad entre la ciudadanía y las personas en las que esta delega la toma de decisiones que afectan el interés general. La reforma es un anhelo, pero la transparen­cia y la efectivida­d son una necesidad que solo se logra con el control político y la coherencia entre el discurso y los hechos.

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