Seguir en la raya
Hagamos la lista: le otorgan una condecoración por “Servicios a la Patria” a alguien que se hizo célebre por un discurso altisonante y pendenciero que le mereció los aplausos sin esconder del jefe de la pandilla. Nombran de embajadores a varios misóginos, retrógrados, destituidos de sus cargos y/o acusados de corrupción. Recortan el presupuesto destinado a educación, ciencia, tecnología y cultura; entre otras cosas, y multiplican el gasto militar. Anuncian un aumento generalizado de impuestos, y el anuncio lo hace un ministro acusado de aprovecharse de información privilegiada para favorecer los intereses económicos de la empresa con la que trabajaba; intereses que afectaron a cientos de municipios en el país. Firman un decreto anacrónico que condena a la persecución y señalamiento, en contravía directa con tendencias internacionales, a los consumidores de droga que hacen uso de la dosis personal amparada por sentencias de la Corte. Se esconden en la jungla de la red para lanzar falsas noticias en contra de quienes desde la prensa no les amplifican su discurso. Se inventan acusaciones que luego no pueden sostener. Allanan por error, esconden bienes en exterior y alimentan orangutanes en proyectos de Ley para alargar los periodos de alcaldes y gobernadores. Los que en la campaña se acusaban de corruptos y paracos hoy se reúnen a repartirse la torta, o la mermelada, o la arepa. Ya uno no sabe ni cómo llamarla.
¿Y pretenden que nadie diga nada, porque supuestamente ganaron y están mandando?
Efectivamente, las elecciones marcaron un resultado claro e inobjetable que todos los que creemos de manera ferviente en la democracia tenemos la obligación de respetar. Ahora bien, ese deber de respetar a la instituciona- lidad democrática incluye igualmente el derecho a expresarse y a exigir que se gobierne con transparencia e inclusión, acordes con el mensaje que en los meses anteriores a la posesión y los primeros días luego valieron el beneficio de la duda. Hoy, con pena hay que decirlo, la duda ya no cabe, y la esperanza tampoco. Están haciendo lo que les da la gana para favorecerse ellos y solo ellos. Como se temía y como ha sido. Esa esperanza se marchitó a punta de glifosato.
No hay de otra: toca seguir parados en la raya y esperar que las generaciones que vienen sepan ser mejores ciudadanos a la hora de elegir con plena conciencia y libertad a sus gobernantes. Toca seguir siendo críticos, buscarle el sello a la cara de moneda, leer la contraportada del libro, cambiar el canal. Toca estudiar, buscar datos, comparar. Toca dudar. Y cuando toque, tocará alzar la voz. Sin miedo. Eso toca.
Pd: En medio de tanto unanimismo local, bueno que el concejal Carbó proponga hacer control político. Bien realizado, con respeto y argumentos, favorece a la ciudad. Planes claros, proyectos claros, cuentas claras. Y todos tranquilos. Ojalá sus colegas de corporación lo entiendan así.