El Heraldo (Colombia)

El pueblo y el infierno

- Por Marcela García Caballero @marcelagar­ciacp

Pueblo pequeño, infierno grande. No sé de quién es esta frase, pero es quizás una de las más acertadas que he escuchado desde siempre. Entre más cerrada sea la sociedad en la que uno se mueva, entre más suceda que “todos terminan los mismos con los mismos” y entre más ‘hiperconec­tados’ estemos, más fuerte arderán las llamas.

Y hay que aceptar que así como en algún punto todos hemos sido víctimas de esto, también hemos sido victimario­s, también hemos estado del lado “que escucha el cuento y lo echa para adelante”, y también hemos asumido cosas como ciertas. Uno es esclavo de lo que dice y dueño de lo que calla, pero somos más los que tendemos a ser parte del problema que de la solución. Y sí, digo ‘tendemos’, porque a mí también me ha picado la lengua más veces de las que me gustaría aceptarlo.

Lo triste es darme cuenta de que las cosas no cambian, sino que se vuelven peor. Cuando tenía 15 años decía que “no veía la hora de crecer”, pues estaba cansada de que “todo el mundo hablara de todo el mundo”, de que “todo el mundo supiera quién le estaba ‘tirando los perros’ a quién”, de que “todo el mundo supiera quién se estaba ‘tirando el año’” y de que todo el mundo se supiera el cuento de por qué ‘nosequiens­ito’ había peleado con el otro.

Crecí y ahora sé que lo único que cambió fue la gravedad de los cuentos y, por ende, la gravedad de sus consecuenc­ias. Ahora ‘todo el mundo’ se encarga de criticar los matrimonio­s ajenos, sin que importe que existan varias versiones y que haya niños de por medio, ‘todo el mundo’ se quiere meter en la crianza de los hijos, ‘todo el mundo’ querrá saber si te está ‘yendo bien’ y querrá sacarle el ‘pero’ a esa situación y ‘todo el mundo’ intentará destruirte la felicidad.

Es por esta razón que a mi Yo de quince años le diría lo que hoy sé: cambia tú, intenta no caer en el juego tú y trata concentrar­te en hacer las cosas bien tú, porque mientras el mundo gire, tu pueblo pequeño no dejará de querer arrastrart­e al infierno grande. No quiero sonar pesimista, apocalípti­ca o cínica, pero es la realidad. Ya que así te rodees de quienes te quieren y te deseen lo mejor, en el día a día siempre te encontrará­s a este tipo de personas con las que se tiene que aprender a convivir sin que eso afecte tu manera de vivir, de sentir y de tomar decisiones.

Y es por esto que he tomado la decisión de morderme la lengua y silenciar a quienes repliquen lo que no le incumbe a nadie, pues, como suele suceder con todo lo bueno y lo malo, este tipo de actitudes solo terminan acumulando la cuenta pendiente que todos tenemos con el karma, uno que tarde o temprano, y de formas inesperada­s, siempre se asoma y siempre termina llegando.

Porque no hay nada más cierto que “no debemos decir de otros lo que no nos gustaría que dijeran de nosotros mismos”, y que “hay que dejar vivir para que lo dejen vivir a uno”. Amén.

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