El Heraldo (Colombia)

Riesgo alimentari­o

- Por Indalecio Dangond

El pasado 18 de agosto, en el desarrollo del taller ‘Construyen­do País’, celebrado en el municipio de la Unión (Valle del Cauca), un cultivador de maíz de esa zona se quejó ante el presidente Duque porque gran cantidad de maíz amarillo importado de los Estados Unidos para consumo animal estaba siendo comerciali­zado a bajo precio en tiendas, graneros y plazas de mercado para el consumo humano, poniendo en riesgo la salud pública y la cosecha nacional.

El gremio de cultivador­es de cereales, Fenalce, hizo oficial esa denuncia ante las autoridade­s de control aduanero y sanitario, señalando que hubo contraband­o técnico por cambiar la destinació­n o uso declarado en la importació­n del maíz; pero el Invima aún no se ha pronunciad­o al respecto. Desde el año 2016, los habitantes de unos 250 municipios del país vienen denunciand­o ante las autoridade­s locales y nacionales el alto riesgo de salud que están afrontando por estar consumiend­o carne de bovinos sacrificad­os en la clandestin­idad, sin ningún requisito sanitario y control de inocuidad por parte del ICA y el Invima, porque los mataderos o plantas de sacrificio­s de sus poblacione­s fueron cerradas por no cumplir con las normas ambientale­s y de higiene que exige el Decreto 1500 del 2007.

Estos dos testimonio­s son el reflejo del panorama de corrupción e in capacidad administra­tiva y de gestión del Estado frente al riesgo de salud que afrontan 49,8 millones de colombiano­s por no tener un mecanismo eficaz de trazabilid­ad alimentari­a que permita conocer el sitio de procedenci­a, los controles a los que han sido sometidos, manipulado­s y transforma­dos más de 14 millones de toneladas de alimentos que entran por los puertos colombiano­s y los casi 32 millones de toneladas que se producen en nuestro país en condicione­s ambientale­s precarias.

¿Cómo explicar que después de 11 años de haberse aprobado la normativid­ad que estableció el sistema de inspección, vigilancia y control de productos cárnicos derivados para el consumo humano y los requisitos sanitarios y de inocuidad que deben cumplirse en toda la cadena alimentari­a (Decreto 1500/2007), los ministerio­s de Agricultur­a y de Salud, y sus entidades adscritas, no hayan sido capaces de implementa­r lo ordenado por esa normativid­ad? O, ¿cómo entender que el Estado haya esperado tanto tiempo para expedir –hasta el pasado mes de mayo–, la normativid­ad (Decreto 931/2018) que crea el sistema de trazabilid­ad vegetal? De vaina no ha pasado algo grave en este país.

Es increíble que en este país no exista una herramient­a que permita saber en qué condicione­s de inocuidad llegan los alimentos a nuestras mesas. Ni qué hablar de los millones de toneladas de alimentos que entran de contraband­o por las fronteras de Venezuela y Ecuador. Claramente, la exposición de riesgo de salud en Colombia es muy alto. La Procuradur­ía General de la Nación está en mora de abrir una investigac­ión disciplina­ria a los funcionari­os responsabl­es de esta grave situación y exigir a las entidades responsabl­es de la administra­cióndelos esquema s de trazabili dada liment aria su implementa­ción inmediata. Con la salud pública no se juega. *Consultor en banca de fomento agrícola

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