La paz no debe tener color político
En Colombia nos acostumbramos a ponerles jefes y padrinos políticos a los grandes proyectos. De esta forma, lo que debería ser un propósito nacional que comprometa a toda la sociedad, termina convertido en una bandera política, casi siempre electoral. La paz con las Farc -por ejemplo- terminó siendo “la paz de Santos”, tan es así que por cuenta de ella se ganó el Premio Nobel. Pero la paz con la Farc es la paz de todo el país, pues fuimos todos los colombianos quienes padecimos sus actos de terror y seremos todos los colombianos quienes nos beneficiemos de su éxito. Acabar con los logros obtenidos hasta el momento –que son evidentes e incuestionables– sería no solo un grave error, sino una enorme muestra de ceguera histórica. El fracaso de la paz con las Farc no sería el fracaso de Santos, sino de toda Colombia. Así deben entenderlo quienes persisten en bombardear los avances de los acuerdos con las Farc. El presidente Duque así también lo entendió, aunque ello le genere duras críticas por parte de algunos integrantes de su partido, que lo ven como demasiado blando y pacifista. Pero también deben asimilar las complejidades del posconflicto quienes consideran que “hacerles ajustes” a los acuerdos significa volverlos trizas. En el tema económico –por ejemplo– es claro que con la olla raspada que dejó Santos es muy difícil financiar lo pactado con las Farc. Una actitud poco constructiva y electorera en las actuales circunstancias sería tanto como pretender apagar un incendio con gasolina.