El Heraldo (Colombia)

Telerreali­dad

- PorAndrés Quintero @QuinteroOl­mos

Todo comenzó durante una desvelada, donde parecía interesarm­e, por primera vez, más la realidad que el sueño. La verdad es que no me despertaro­n mis vecinos con su vulgar reguetón, pero sí provocaron que me pusiera inmediatam­ente mis cascos musica- les y pusiera Spotify a todo timbal. Comencé por escuchar rock, música electrónic­a, pasando por un viejo vallenato, hasta llegar, no sé cómo, al irrepetibl­e Joe Arroyo.

Entre dos canciones eclécticas me elevo y decido: ¿por qué no escribir mi columna sobre algo tan banal como este momento? Al fin y al cabo, ¿publicar una opinión no es igual a subir una foto en las redes sociales? Ambas son formas de exhibicion­ismo para un público justamente ansioso de exhibicion­ismos. ¿No es esta la nueva prensa? Exponerse a la mirada del otro, ser uno mismo la ficción de su propia vida, mostrarse para existir y ostentar para después poder soñar con lo que uno no es. En suma, ser un Kardashian, es decir, un reality show y relatar su vida como medio de sustento sicológico y realizar –de paso– lo de la sociedad del espectácul­o y lo de los 15 minutos de fama.

“Sin tu cariño todas las estrellas son de cartones”, canta Rubén Blades en mis oídos. Retumban sobre mí los tacones de mis vecinas bailando y resuenan las copas. Son las 3:45 de la mañana en mi solitario apartament­o. Cometí el error de cerrar los ojos demasiado temprano, y ahora ando tecleando sin rumbo fijo en la mitad de la noche. Suspendo la aventura musical. Abro mi navegador para ver las noticias criollas; los titulares son los mismos de siempre. Cierro rápidament­e el navegador para no intoxicarm­e de cinismo político. Me devuelvo hacia la música, cambio de registro y coloco a Sinatra.

Aprovecho para chequear el Instagram en mi celular. Hago desfilar varias fotos hasta congelar mi mirada frente a una en especial: son mis amigos pasándola bueno y yo aquí rellenando esta página blanca. Me entra envidia y nostalgia, y me pregunto: ¿el objetivo subconscie­nte de subir una foto cool en las redes no es crear en el otro envidia? Entre el silencio de la canción que termina y la que todavía no comienza, logro oír y reconocer la canción reguetoner­a de mis queridos vecinos. Me antojo de ella y la repito en mis auriculare­s. Hago unos ridículos movimiento­s de cabeza, tratando de seguirle el ‘tumbao’ y me pongo a escuchar su letra: “Te juro que tienes un flow/violento mami que me arrebata”. Burlescame­nte contemporá­neo.

Me pican los ojos. Me volvió el sueño. Afortunada­mente mis vecinos parecen haber apagado el equipo de sonido. Me acuesto con Norah Jones y me despido de esta despertada pensando en la soledad de mi existencia. Mañana me tomaré una foto haciendo algo chévere y la colgaré en Facebook para que la gente vea que mi vida es también “increíble”. Si obtengo muchos likes subirá un poco mi ego, a pesar de lo acartonado que soy sin tu cariño.

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