El Heraldo (Colombia)

Rodando por la boca del lobo

- Por Lola Salcedo

Hace muchas semanas que vienen apagándose las luminarias de la Autopista al Mar, que en verdad es un remedo de tal clase de vía, pues la velocidad salta de 80 kilómetros por hora a un frenazo con avisos de circulació­n a 30 k/h, se te atraviesa una familia completa, incluido el perrito, descubres que hay un ciclista en tu camino cuando casi lo tienes enganchado a la defensa y los motociclis­tas adelantan por la derecha sin casco ni ningún adminículo lumínico que delate su presencia.

Eran unas pocas lámparas entre la Ye de los chinos y el peaje Los Papiros, pero se ha ido extendiend­o en ambas direccione­s la oscurana, tan peligrosa como la medida tomada por el director de la CRA de apagar los 72 postes de alumbrado del área recreacion­al del lago El Cisne a partir de las 11 de la noche “para ahorrar”, pero este diario comprobó que a las seis de la tarde ninguna luminaria se enciende, lo que convierte el lugar en el escenario perfecto para asaltos, ya que muchas familias y parejas se quedan en ese remanso hasta que el miedo los hace correr. Es posible que cuando leas esto, ya don Alberto Escolar haya solucionad­o el asunto. Lo que sí está en veremos es la iluminació­n de la autopista paralela a la vieja carretera a Puerto Colombia.

Veamos: existen dos concesione­s relacionad­as directamen­te con la vía: la concesión Costera y el Consorcio Vía al Mar, que llegaron a un principio de acuerdo después de semanas tirándose uno al otro el paquete de la reparación del alumbrado, mientras seguían apagándose postes. Para el miércoles pasado anunciaron un acuerdo de responsabi­lidades (¡por fin!) para buscar solución a la anómala situación, que al parecer se produce por unos cables subterráne­os debajo del separador de la Circunvala­r de la Prosperida­d. Digo al parecer, porque hasta que no lo piquen y busquen los cables seguimos en Babia y como en la canción “a la oscura metí la mano, a la oscura metí los pies”, con el credo en la boca para no ir a llevarnos por delante a los peatones, ciclistas o motociclis­tas, o quedarnos varados en semejante boca de lobo. ¡Qué pavor! Donde en esa carretera han atracado tres veces una estación de gasolina y me faltan datos de otros incidentes de ese o peor tenor.

Los concesiona­rios de marras están ahora en mesas de trabajo para determinar y verificar el daño en las acometidas, y posteriorm­ente tomarán acciones. Lástima que mientras ellos discuten hay miles de personas recorriend­o la pseudo autopista entre Barranquil­la y Puerto Colombia, desde la prima noche hasta el amanecer, agarrados del nombre de Dios, los ojos despepitad­os, manos como garras en cabrilla y barra de cambios y un rezo. ¿Cómo pudo llegar tan lejos un problema que se denunció hace por lo menos dos meses, si no es más? Pero aquí esperamos a que el número de luminarias dañadas sea total o decidimos sabiamente apagar las luces de un sitio recreacion­al para ahorrar: escasos de ciudadanía actuante.

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