El Heraldo (Colombia)

Una disculpa a Shakira

- Por Marcela García Caballero

Al árbol que más de frutos, más piedras le tiran. Nadie es profeta en su tierra. Uno no sabe para quién trabaja. Tres frases con las que, lastimosam­ente, creo que se puede sentir identifica­da Shakira cuando piensa en Colombia, en especial, cuando piensa en Barranquil­la.

Sin lugar a dudas no ha habido, y dudo mucho que volverá a haber en los próximos años, una colombiana más exitosa que Shakira Isabel Mebarak. Su talento, su tenacidad, su perseveran­cia y, por supuesto, su buena suerte la han llevado hasta donde está, dejando a su vez a este país en lo más alto y poniendo en el mapa a la ciudad que la vio nacer.

Sin embargo, para nosotros nada es suficiente. Ni porque incluya el nombre Barranquil­la en lo que terminó siendo una de las canciones más importante­s de su carrera, ni porque ayudara y siga ayudando a cambiarle la cara a la nación ante el mundo, ni porque construya colegios en su tierra, ni porque venga hasta acá a grabar un video musical y ni porque haga colaboraci­ones con otros artistas colombiano­s, siempre vamos a esperar más de ella. Siempre vamos a querer que sea más barranquil­lera, más colombiana, más ‘auténtica’.

Y me incluyo en este público pasado de calidad de exigente, porque a mi también a veces se me ha olvidado quién es ella, lo que ha logrado y el orgullo que nos ha dejado. Incluso llegué a trinar que me parecía ‘el colmo’ que no incluyera a su ciudad en esta gira (esto fue antes de que aceptara venir a la inauguraci­ón de los Juegos Centroamer­icanos y del Caribe 2018) y que no hubiese venido al Carnaval en más de una década. Qué equivocada estaba.

Sí, aún quisiera que viniera más (como nos pasa a miles), pero no por eso tenemos el derecho a criticarla. La verdad es que luego de que cantara en la inauguraci­ón de los Juegos y luego de ver su genuina emoción cuando hizo su concierto en Bogotá (algo que no hacía hace seis años), no puedo evitar sentirme culpable por haber osado en acusarla de no ser ‘tan colombiana’. Sí, tiene un acento raro (una mezcla entre lo que le quedó del costeño con lo que le han quedado de los hombres de su vida) y quizás jamás volverá a hacer una presentaci­ón en nuestra Arenosa (creo que tiene que ver bastante con su última experienci­a), pero me conformo con eso y me quedo con lo que realmente hace por sus raíces.

Así que sí, no me importa que no use palabras como ‘ajá’, que le parezcan ‘güay’ las cosas, en vez de que le parezcan bacanas, que sea más hincha del Barça que del Junior y que a veces se le salgan expresione­s netamente argentinas, pues nada de eso le suma ni le resta a la hora de contribuir a cambiarle la reputación a este país. Como sí lo hace, por el contrario, construir colegios, luchar por la educación de los niños colombiano­s, mostrar el Carnaval ante el mundo y hacer que Colombia sea vista como una nación diversa, exótica, llena de gente honrada e inmensamen­te talentosa.

Porque hay que aceptar que si no fuese por ella, por su música, por su éxito y su amor por su tierra, el mundo no supiera que ‘en Barranquil­la se baila así’. Y, por ende, todos le debemos una disculpa.

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