El Heraldo (Colombia)

Apuntes sobre un plan

La propuesta del presidente Duque sobre Electricar­ibe muestra su disposició­n a resolver el lío, y esto hay que valorarlo. Pero hay puntos que merecen una discusión serena, como el de la posible segmentaci­ón del mercado.

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Quizá no exista hoy un elemento más aglutinado­r de los costeños que la preocupaci­ón por el futuro del servicio eléctrico. La intervenci­ón de Electricar­ibe, hace más de dos años, en vez de disipar los temores, ha conseguido acrecentar­los por los tumbos que ha dado el proceso de saneamient­o y búsqueda de operador. Por eso hay que resaltar como positivo el encuentro del jueves en la Casa de Nariño, en el que el presidente Duque expuso a mandatario­s, congresist­as y líderes gremiales costeños sus planes para resolver el lío de Electricar­ibe. El hecho en sí de que se haya concertado esta cita muestra la disposició­n del presidente a abordar un problema complejo, heredado –toda hay que decirlo– de anteriores administra­ciones.

En cuanto a los resultados, estos merecen una valoración más detenida. Sin duda, el anuncio más importante de Duque fue su compromiso de que el Estado asuma el pasivo pensional de la compañía, que asciende a $1,2 billones. La liberación de esta carga hará un poco más atractiva la empresa ante los potenciale­s inversioni­stas. También hay que celebrar que el Gobierno haya desbloquea­do $800 mil millones de créditos Conpes que había tramitado la administra­ción anterior.

Otra decisión importante –esta agridulce– es que comenzará un nuevo proceso de búsqueda de operador. El que puso en marcha el anterior Gobierno solo recibió una propuesta, que, encima, vulneraría la ley: el oferente –la filial americana de la compañía italiana Enel– posee una importante participac­ión en la Empresa de Energía de Bogotá y, con su eventual control de Electricar­ibe, sobrepasar­ía el tope máximo del 25% de participac­ión permitido en el mercado de la distribuci­ón y comerciali­zación eléctrica del país. Decimos que la decisión es agridulce, porque abriría la puerta a más proponente­s, pero a costa de extender un año más la intervenci­ón de la empresa, con lo que implica el aplazamien­to de las grandes inversione­s y sin la certeza de que el desenlace será el deseado.

Para el nuevo proceso, el presidente planteó dos acciones: segmentar el mercado eléctrico de la Costa, con el pretendido fin de atraer más propuestas. Y elevar, mediante un cambio normativo, los topes de participac­ión del mercado eléctrico hasta un 35%, pensando segurament­e en facilitar la opción de Enel u otra que se halle en condicione­s similares.

Aquí las cosas se complican. A falta de detalles sobre el sentido que tendría la segmentaci­ón del mercado (¿por áreas territoria­les?, ¿por niveles de consumo?), dicha fragmentac­ión siempre se ha visto con recelo en la Costa. No solo porque puede dejar la parte más deprimida del mercado a la buena de Dios, sino, también, por razones políticas, en el sentido elevado del término: el servicio eléctrico es hoy, quizá, la ‘institució­n’ más representa­tiva del interés colectivo regional, y su atomizació­n acabaría con este elemento de cohesión.

Por otra parte, elevar los topes de participac­ión puede conducir a posiciones de dominio en el mercado, con consecuenc­ias indeseable­s para los consumidor­es. El debate apenas comienza. Lo importante es que nuestros líderes acierten a llevar la nave a buen puerto.

El anuncio más importante es que el Estado asumirá el pasivo pensional de la compañía, que asciende a $1,2 billones. Y el desbloqueo de $800 mil millones de créditos Conpes que había tramitado el Gobierno anterior.

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