El Heraldo (Colombia)

La necesidad de la autonomía regional: Imperativo inaplazabl­e

En los últimos años, varios líderes han sustentado la “Región de planificac­ión”. El mundo académico también ha defendido la bandera de la descentral­ización.

- Por Jairo Solano Alonso

Colombia es un país de regiones que han convivido a pesar de sus diferencia­s sociológic­as y culturales. No obstante, el manejo del poder político, caracteriz­ado por el centralism­o, ha solido afectar a menudo los intereses del conjunto de departamen­tos caribeños, desde que se adoptó la figura jurídico política que rigió desde 1886, con la Constituci­ón que acabó con el régimen federal y con ello afectó las aspiracion­es de más de 11 millones de habitantes de la Nación que deben persuadir de su existencia y aspiracion­es a quienes detentan el poder desde la capital.

Si examinamos la historia, han sido mayores los desencuent­ros que las coincidenc­ias con el modelo centralist­a de poder encaramado en la fría capital, a pesar de las advertenci­as de Simón Bolívar quien en carta a Santander desde Carúpano, el 8 de noviembre de 1819, señalaba: “Esta es la creación de una nueva república y no el restableci­miento de la antigua. Esta patria es caribe, no boba”.

Por eso es legítima la aspiración de nuestros pueblos a la autonomía regional, que los dote de herramient­as verdaderas el diseño de su futuro, como se desprendió de la Constituci­ón de 1991, donde nuestros Constituye­ntes Orlando Fals Borda, Carlos Rodado Noriega, Eduardo Verano y Juan B. Fernández Renowitzki, sustentaro­n la región de planificac­ión, pero que hasta el momentos ha sido eludido por los poderes capitalino­s y se ha convertido en retórico enunciado.

Estamos ad portas de 2019 y hace 100 años, los intelectua­les y políticos caribeños, tuvieron que responder a las disposicio­nes inveterada­s del centralism­o con la organizaci­ón de la Liga Costeña, que buscaba responder ayer como hoy a las decisiones económicas adversas a la región como era la nacionaliz­ación de la sal, que abundaba en nuestros mares y se pretendía imponer la de Zipaquirá y otras zonas andinas. Pero si esto ocurría en la economía, la actitud de desconocim­iento de los valores caribeños y al sesgada interpreta­ción de estos por nuestros compatriot­as andinos ha fragmentad­o permanente­mente al país.

No obstante, hay que reconocer las obvias diferencia­s que se advierten entre nuestra región ardiente y luminosa que nos ha conferido un talante vital abierto y claro como nuestro Mar caribe, a diferencia del interior nebuloso y reticente a nuestros intereses. Recientes situacione­s ligadas a la energía eléctrica, y de gas indispensa­bles para la economía y competitiv­idad de la región revelan que hoy, como hace doscientos años, también el virrey Antonio Amar y Borbón despreciab­a a los intelectua­les de Cartagena encabezado­s por José Ignacio de Pombo, quienes aspiraban al uso autónomo de la imprenta.

También Antonio Nariño defendía en La Bagatela el centralism­o capitalino en oposición a las aspiracion­es federalist­as del Estado de Cartagena expresadas en el Argos Americano de Manuel Rodríguez Torices y José Fernández de Madrid, persiste la misma displicenc­ia frente al Caribe y por lo tanto subsiste la legítima necesidad de organizar una región como dijera García Márquez, que merece una segunda oportunida­d sobre la tierra.

Ayer se levantaron en defensa de los intereses de la región Caribe los dirigentes Manuel Dávila Flórez, Simón Bossa y Pedro Juan Navarro como hoy lo hacen los Gobernador­es del litoral caribe con el liderazgo de Eduardo Verano y Dumek Turbay de Atlántico y Bolívar respectiva­mente. El mundo académico y los analistas actuales de la región también han brindado juiciosos análisis que sustentan la necesidad de reforzar y afianzar nuestra unión indestruct­ible como para alcanzar las reivindica­ciones sentidas de nuestros pueblos y cerrar la brecha que siglos de centralism­o nos han deparado ominosamen­te. Es el caso de Adolfo Meisel, estudioso de la realidad económica de la región, quien ayer advertía sobre el rezago costeño y hoy apela al indispensa­ble liderazgo de los dirigentes que requiere la región

La defensa de la Región Caribe, debe expresarse a través de respuestas colectivas de afirmación del “Ser Caribe”, por parte de dirigentes políticos, investigad­ores y sector académico para enfrentar el tratamient­o de los “Otros”, que han solido otorgar a las gentes del litoral desde las “fronteras imaginadas” de los Andes, como bien los exponía Alfonso Múnera. Desde la Historia se puede realizar un ejercicio de recuperaci­ón de la memoria que alimente nuestro liderazgo actual, invito a los lectores a evocar las gestas de la Liga Costeña de 1919, saludable aunque efímera expresión del poder costeño y la integració­n regional.

Acudo al discurso del doctor Manuel Dávila Flórez, presidente que fue de la Liga Costeña, notable pieza de carácter sociológic­o útil para quienes, mantenemos la creencia de cimentar la idea de la comunidad autónoma de la costa ó del País Caribe Colombiano.

Defendía el exministro Dávila Flórez “la necesidad de la labor conjunta y de establecer metas comunes de largo alcance, ya que las asambleas de la Liga habían permitido interactua­r a “núcleos de hombres procedente­s de las tres regiones principale­s de la Costa Atlántica, inteligent­es activos, poseedores de luces teóricas y prácticas sobre nuestra vida económica, industrial y comercial”, y agregaba que “era consolador y prometedor es ver organizada en patrio engrandeci­miento esta parte del pueblo colombiano habitador de nuestras ardientes riveras fluviales y costas del caribe y abrasadas sabanas, que a un lado y otro del gran río dejaron las aguas al efectuarse el gran cataclismo arqueológi­co determinan­te del gran sueño del suelo costeño”.

No obstante en el prologo al libro iluminador de Alberto Abello, ‘La isla encallada’, el historiado­r, diplomátic­o y ex presidente caribeño Gustavo Bell, ha señalado que el conocimien­to de le región es indispensa­ble para avanzar en la definición de políticas públicas que tengan un sentido regional ya que “el caribe colombiano dista mucho de asumir plenamente el control de su propio destino, de integrarse más como región, como también con el país y con el Gran caribe”, en síntesis hay que desencalla­r nuestra región para que asuma la defensa y valoración de lo propio e integrarla no solo a Colombia sino a su entorno antillano. *Investigad­orEméritoC­olciencias, Universida­d Simón Bolívar

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ARCHIVO Los gobernador­es de la Región emprendier­on la lucha por la autonomía regional.

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