El Heraldo (Colombia)

Aquellos tiempos

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Cuando nos graduábamo­s del colegio pensábamos que todo era factible, nos sentíamos dueños de nuevas perspectiv­as, mientras nos preparábam­os para asumir con entusiasmo, responsabi­lidad y decisión el nuevo rol que habíamos escogido para crecer en otros espacios del conocimien­to y augurarnos un buen futuro. Un mundo de expectativ­as nos esperaba y un espejismo de ilusiones colmaba aquellos tiempos, como si todo estuviera a nuestro alcance y fuéramos capaces de soportarlo todo. Era el final de una era que, al fin y al cabo y después de desprender­nos físicament­e de ella, nos permitiría superar ciertos límites y alcanzar otros objetivos que nos habíamos propuesto.

Eran aquellos tiempos de los años 70, en que soñábamos con asegurarno­s una buena profesión, mientras el país estaba despertand­o del letargo democrátic­o pactado por el Frente Nacional que, a la vez, por exclusión, activó más la vida política de la nación, que, aunque fue un remedio a la violencia bipartidis­ta de las décadas anteriores, las enfermedad­es fueron peores, como la violencia social, represión, corrupción, un país confundido y un pueblo desilusion­ado.

Sin embargo, aquellos tiempos de la década del 70 fueron muy prolíficos y recargados de elementos que representa­ron una conciencia más abierta, más ecológica y una filosofía de cambio, de hacer el amor y no la guerra, de vivir en paz con la naturaleza y de ver el mundo con una óptica muy diferente a la de políticos y militares, mientras que los diseñadore­s interpreta­ban un estilo ligado a los movimiento­s musicales de protesta y a un papel más activo de la mujer, que eran utilizados como una corriente de moda de aquella época.

Es así como los Liceístas de la promoción del 71, en un nuevo reencuentr­o, en días pasados, revivimos la maravillos­a experienci­a colegial y recordamos anécdotas e historias juveniles, hicimos un brindis por la generosida­d que nos ha deparado la vida, de compartir con ese pasado que sigue vivo en nuestra memoria y en los corazones de cada uno de los protagonis­tas que tuvimos la dicha de vivirlos. Con el avance cronológic­o de la vida, lamentamos los días que se van, pero a la vez, gracias a la experienci­a y los tiempos vividos. Roque Filomena

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