Si no quieres a Uribe, ama a Duque
Crees que el expresidente Álvaro Uribe Vélez es responsable de los males del país. Y asumes que los sesgos que hoy tiene la nación se deben a su discurso incendiario, que casi siempre vuelve llamas las redes sociales.
Lo acusas de las chuzadas, del paramilitarismo, de la crisis de la salud, del boicot a la paz. Y pides que ya no lo mencionen más. El “innombrable”, lo llamas.
Como no es suficiente atacarlo y desmentirlo, extiendes tu prosa de insultos a todos los que se le arrimen. Ahí clasifican influenciadores de redes sociales y congresistas. En el mismo calabazo yacen ciudadanos comunes y corrientes y hasta el presidente de la República.
Al jefe de Estado, en particular, te encanta decirle títere, en tanto te mofas de sus posturas políticas con memes que hablan de su gigantesca torpeza burocrática.
El gobierno no arranca, vociferas. Y gritas a los cuatro vientos que si Iván Duque pudo ser presidente, entonces cualquiera.
A Duque no le das ningún crédito. No importa que se haya apartado de los uribistas recalcitrantes para integrar su gabinete; o que haya tenido que enfrentarse a su propio partido para sostener el tono de las relaciones internacionales que propone; o que haya sacado adelante iniciativas legislativas que implicaban una compleja filigrana de negociaciones con un Parlamento al que no le ha entregado ninguna mermelada, o que no lleve el tiempo suficiente para juzgar una administración que heredó muchas transiciones.
Es que es una marioneta que Uribe mueve a su antojo, insistes más por el odio al director del Centro Democrático que por el conocimiento de lo que el gobierno ha hecho en estos 119 días.
Pero, ¿sabes qué? Estas equivocando la estrategia.
Si lo que quieres es que Uribe un día salga de la agenda nacional y que, ahora sí, ya nadie lo nombre, debes apostar por nuevos liderazgos. En el horizonte, no veo muchos.
No se trata de ver lo bueno de Duque, si es que lo tiene (mi abuela decía que las cosas no son enteramente malas ni enteramente buenas). La invitación, de hecho, es a que te permitas la posibilidad de examinar lo que hace el presidente, sin los odios ni las resistencias apasionadas que provoca el hombre de la mano firme y el corazón grande.
De repente podrías encontrarnos con un mandatario que, aunque joven, tiene al país en la cabeza, es cultor de la decencia política y un gran conciliador de la diplomacia internacional. De repente.
Y si eso es así, verías emerger de las aguas de la derecha un nuevo guía, sin las posturas extremas que fastidian tu conciencia.
La ecuación no es que si a Duque le va bien, a Uribe del mismo modo. Mi tesis es que Uribe ha mantenido la vigencia que irrita a tantos, porque no hay una figura que lo sustituya para emancipar el temor que muchos le tienen a la eventualidad de la izquierda en el poder.
La ecuación es que si a Duque le va bien, a Uribe le va mal. Al menos, piénsalo.