Prestador de servicio
Apenas estoy tomando conciencia de lo que esto significa en mi vida laboral porque, hasta donde sé, desde cuando nos hacemos médicos nos convertimos en prestadores de un servicio que se llama salud y que implica una gran responsabilidad de parte de un profesional al que le es confiada la vida de una persona. Eso es una cosa muy grande en esta vida y, en realidad, no tiene un precio que se pueda medir en dinero. Del Juramento Hipocrático hasta hoy ha corrido mucha agua bajo el puente y las cosas cambiaron una barbaridad. De hecho, del juramento original que se hacía por Apolo, médico, por Asclepio, Higia y Panacea –y se ponían por testigos a todos los dioses y diosas para prestar el servicio con todas las fuerzas e inteligencia– hay nuevas versiones que lo han convertido en un documento vital de ética médica, la última revisión es de 2006 y se considera la más importante.
Por vez primera se tiene en cuenta de manera específica la autonomía del paciente, hay la obligación de compartir el conocimiento médico en beneficio de los pacientes y de la salud en general. Atención. Se añadió un requisito para los médicos, en el sentido de cuidar su propia salud, su bienestar y las capacidades físicas y mentales para prestar el servicio al más alto nivel. Ya no se llama Juramento Hipocrático sino Promesa del Médico. Empieza así: “Prometo solemnemente dedicar mi vida al servicio de la humanidad”. Qué vaina linda.
Al revisar cada una de las versiones es llamativo que en ellas, además del respeto al paciente y a los maestros que enseñaron su conocimiento, no hay una precisión en ninguna sobre el valor del acto médico, ni en esa época, hace 2.500 años, ni ahora. Esto es, quizás, lo único que no se enseña en la medicina, el valor económico del acto médico.
Por el propio desarrollo de las sociedades y de la medicina, dicho acto debió ser ubicado como un trabajo y como medio de subsistencia de quienes se dedican a este apostolado-arte-trabajo. Es justo que se estipule un valor al acto de practicar el delicado arte de la medicina. Debería ser en razón de los méritos de cada profesional, en orden ascendente de ingresos según el número de especialidades o tipo de trabajo como la investigación.
El propio Hipócrates tendría el ceño fruncido al ver en qué se ha convertido la medicina en nuestro país, donde la salud fue arrancada de manos de los médicos para quedar en manos de administradores que la convirtieron en un negocio en el cual ellos se benefician de nuestro trabajo sin saber leer ni escribir; quiero decir, no hay el mínimo reconocimiento al esfuerzo de nuestros padres para hacernos médicos, así como el esfuerzo de cada uno por ser el mejor médico para cada paciente.
Por el contrario, hay un abuso reiterado de la condición de los médicos, y de la salud en general, que no tiene nada que ver con el acto médico sino con intereses particulares. haroldomartinez@hotmail.com