El Heraldo (Colombia)

Petro hablando de orejas

- Por Iván Cancino @cancinoabo­g

El 7 de diciembre pasado, el cuestionad­o jefe de la Colombia Humana, Gustavo Petro, escribió en su cuenta de Twitter que “el derecho se quedó sin ética”. Dicho mensaje fue acompañado con una fotografía en la que yo aparezco en compañía de mi amigo Abelardo de la Espriella.

O Petro se enloqueció, o es el cínico más grande del mundo o está acudiendo a cuanta cortina de humo tenga a mano para que las autoridade­s judiciales y disciplina­rias no lo pongan a buen recaudo.

Hombre, Petro, ¿usted hablando de ética? Si repasamos lo que ha sido su vida política –si es que eso puede llamarse política–, nos encontramo­s con que fue un guerriller­o clave del M-19 en las épocas en que esa banda se dedicaba a perpetrar actos terrorista­s como el asalto al Palacio de Justicia, en noviembre de 1985.

Petro ha alegado que para ese momento estaba en la cárcel. El punto aquí es clave: estaba en prisión; pero, ¿sabía de la sangrienta toma? Desde luego que el sujeto lo va a negar, pero el país entero sabe que él perteneció a la cúpula del Eme.

Perdonados de buena fe por el gobierno de entonces los atroces crímenes del M-19, Petro se convirtió en representa­nte a la Cámara. En 1994 intentó ser senador y se quemó. Entonces se fue a trabajar a una embajada de Colombia en Europa.

En ese momento Petro arrancó con el caballito de batalla que no se cansa de repetir: que todo el mundo es paramilita­r, menos él y sus amigos; que todo el mundo es ladrón, menos él, sus familiares y seguidores.

Pero quién iba a pensarlo: Petro, ese hombre que desde hace más de dos décadas es el principal catón que hay en el país, terminó comportánd­ose como un criminal de baja estofa.

Así patalee, nos quiera convencer de que es víctima de un complot, que quiera repartir estampitas de la Virgen del Carmen, así nos quiera comer vivos a todos los que no le comemos cuento, Petro es incapaz de explicar con claridad por qué aparece en un video recibiendo plata como un bribón.

Yo no sé –como lo afirma De la Espriella– si la plata que recibió Petro provenía de “el Loco Barrera, pero tampoco sería raro, desde luego, conociendo las mañas del individuo en mención”.

Así, señor Petro, que no hable bobadas. La ética en el derecho no se ha acabado. Al menos la mía. No sé usted cómo se siente de ética cuando tiene que mirar la filmación que, enhorabuen­a, subreptici­amente le hicieron. Cómo será el pánico que usted le tiene a la persona que lo grabó que todavía habla bien de él.

En condicione­s diferentes, y si no tuviera rabo de paja, ya estuviera ante los organismos internacio­nales denunciand­o a todo el mundo porque en Colombia “soy un perseguido político y me quieren callar”. Ese ha sido el trasnochad­o discurso de su vida, el mismo que aplicó cuando fue destituido como alcalde de Bogotá.

En síntesis, lo mejor que debería hacer Petro es confesarle­s a las autoridade­s el presunto crimen que cometió. A lo mejor ellas tienen con él la considerac­ión que no ha tenido con nadie y le clavan una condena benévola. Un hecho que a nadie debería extrañar, porque políticos importante­s que han ido a la cárcel se cuentan por docenas.

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