El Heraldo (Colombia)

Querido Junior

- Por Marcela García Caballero @marcelagar­ciacp

Futbolero que se respete recuerda por qué se convirtió en hincha de un equipo. Algunos lo son porque nacieron en él, porque sus papás, tíos o, inclusive, abuelos los llevaron desde pequeños a ver jugar a su equipo y porque la ciudad a la que llaman hogar se viste de esos colores cada vez que hay un partido. Otros lo son por un ídolo, porque hubo un futbolista que los llevó a amar un equipo, a querer comprarse la camiseta y a querer aprenderse todos los cantos de una hinchada. Y otros lo son por amistades y un poco por moda, porque una copa tras otra trae curiosos y esos curiosos terminan por amar ese escudo la vida entera.

Mi caso fue una mezcla de cosas, ya que si bien siempre he sido barranquil­lerísima, el fútbol no representa­ba nada para mí cuando era pequeña. A mí no me llevaban al estadio, pues eso era algo que hacía mi papá con mi hermano y, la verdad sea dicha, mi mamá todavía no sabe que un partido dura 90 minutos y le importa cinco centavos si clasificam­os o no al mundial. En mi casa, como asumo que en algunas otras debe pasar igual, el fútbol era cosa de hombres.

Es por esto que para mí ser hincha del Junior de Barranquil­la fue una cosa que llegó tarde a mi vida, pero que, como todo lo verdaderam­ente importante, llegó para quedarse para siempre. Y si algo he aprendido en todo este tiempo que llevo alentando a mi equipo es que si no se sufre no es Junior.

Con este equipo tiburón uno siempre está sufriendo, luchando, peleando y “pariendo”, como dicen por ahí. Con el rojiblanco nunca nada es tan fácil, nunca un partido importante nos sale ‘papaya’ y nunca podemos darnos el lujo de bajar la guardia. Y la verdad, y puede sonar cliché, pero creo que no me gustaría que fuese de otra mane- ra. Porque cuando por fin este equipo nos regala alegrías, cuando podemos traemos la copa a casa, cuando nos va bien, cuando podemos darnos el lujo de decir que estuvimos por primera vez en una final de la Copa Sudamerica­na y que ahora estamos tan cerca de obtener la tan anhelada octava estrella, es un sentimient­o indescript­ible.

Así que hoy, en vez de escribir acerca de los errores, de los penales mal cobrados, de lo que pudo ser y no es, voy a usar esta columna para darle las gracias a los jugadores y al equipo técnico por habernos llevado tan lejos, por haber hecho historia y por habernos puesto a soñar. Pero también voy a usar este espacio para alentarlos a que lo dejen todo en la cancha el domingo, para que se olviden de lo que fue y se concentren en lo que será, pues todos los que amamos a este club tenemos sed de victoria, tenemos ganas de desquitarn­os por el pasado y tenemos hambre de campeón.

Porque el verdadero hincha no es aquel que está en las buenas, sino el que en las malas es capaz de hacer borrón y cuenta nueva para poder escribir la historia de otra manera. Porque Junior es tú papá.

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