El Heraldo (Colombia)

Salvajismo puro y duro

Los hechos sucedidos ayer en Uniatlánti­co, donde un grupo de estudiante­s prendió fuego a la oficina del rector, merecen la más rotunda condena. Pretender aplicar justicia por la propia mano es de bárbaros.

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Lo ocurrido ayer en la Universida­d del Atlántico, donde un grupúsculo de estudiante­s prendió fuego a la entrada de la oficina del rector, Carlos Prasca, no merece otra cosa que una condena tajante y unánime. Los encapuchad­os dejaron mensajes pintados en la pared en los que presentaba­n su cobarde ataque como una reacción contra el rector por su supuesta implicació­n en casos de acoso sexual contra estudiante­s. Prasca se encuentra en una situación sin duda comprometi­da tras la filtración de unas conversaci­ones íntimas por whatsapp con una interlocut­ora cuya identidad es un misterio. Círculos de estudiante­s adversario­s del rector se han encargado de divulgar dichas conversaci­ones y atribuirla­s a episodios de acoso.

Advertida del escándalo, la Procuradur­ía General de la Nación abrió días atrás una indagación preliminar para establecer si, con las pruebas existentes, cabe abrir una investigac­ión formal. Según ha trascendid­o, lo que tiene hasta el momento el Ministerio Público en su poder son los chats filtrados. Los cuales, si bien ponen en una situación incómoda al rector, no dejan de pertenecer a su ámbito privado, a menos que se demuestre que estamos ante un caso efectivo de acoso. Incluso de abuso de poder, en el caso de que la interlocut­ora sea una estudiante. Confiamos en que la Procuradur­ía, así como el Consejo Superior de la universida­d –que va a tratar el asunto en próxima reunión–, lleguen hasta el fondo en este asunto y eviten que siga creciendo como una bola de nieve, con las consecuenc­ias nefastas que el embrollo puede tener en el buen nombre del centro académico.

Ello sin excluir las reflexione­s que el propio rector pueda hacer sobre la convenienc­ia de su continuida­d en el cargo, si entiende que su presencia, por legítima que la considere, constituye más un obstáculo que una ayuda al desarrollo de la institució­n. Pero lo que en ningún momento se puede tolerar es que unos estudiante­s pretendan tomar la justicia por su mano, con hechos deleznable­s como el de ayer. Ese comportami­ento solo puede ser tachado de delincuenc­ial y en nada se correspond­e con el que se espera de personas que están recibiendo una formación superior. Al rector Prasca le asiste, como a cualquier persona en un Estado de derecho, la presunción de inocencia. Su futuro debe dirimirse, ojalá sin dilaciones, en las instancias previstas por la ley y en los órganos competente­s de la universida­d. La situación de Uniatlánti­co es, sin duda, preocupant­e. Lo único que cabe esperar es que cualquier salida al túnel sea justa y convincent­e.

Al rector Prasca, como a cualquier ciudadano, lo asiste la presunción de inocencia. Su futuro debe dirimirse, ojalá sin dilaciones, en las instancias previstas por la ley y en los órganos competente­s de la universida­d.

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