El Heraldo (Colombia)

La infamia con los parques de Barranquil­la

- Por Humberto Mendieta mendietahu­mberto@gmail.com

Hasta que llegó Elsa Noguera De la Espriella a la Alcaldía de Barranquil­la los parques de esta ciudad eran espacios de segunda categoría, inclusive varios habían sido concesiona­dos hacía muchos años para su explotació­n comercial. Esa figura fue otorgada por décadas, sin representa­ción concreta y cierta en beneficio del público objetivo para el cual fueron creados: la gente. Se podría parecer –guardadas las proporcion­es– a las perversas concesione­s Barco y De Mares con el petróleo, y lo que se ha titulado cronología de una infamia a partir de la desigual explotació­n de los pozos colombiano­s desde 1905.

En Barranquil­la, con los parques, un grupo de poderosos accedieron de forma aparenteme­nte legal, pero injusta, al manejo de esos espacios públicos con el compromiso de invertir y mejorarlos, y con el beneficio de su explotació­n. Este último ítem lo cumplieron a cabalidad. Lo del mejoramien­to quedó en papel. Así que los beneficiad­os siguieron acumulando riqueza a partir de “un bonito negocio” con alcaldes y concejales de turno. Sin duda un abuso de poder en detrimento del buen manejo de un bien público de obligatori­a prestación de servicio a la comunidad. En estos casos, con la ayuda de los mandatario­s a finales de los 90 y principio de la década del 2000 se firmaron varias concesione­s de parques. Por fortuna la infamia acabó.

El fenómeno parques tiene varios nombres: Elsa Noguera, Carlos Acosta y ahora Alejandro Char. Ella como alcaldesa que fue en su momento; Acosta como gerente de Parques y Char por haberle dado oportuna continuida­d al proceso.

Todo empezó con la estructura­ción del proyecto en 2012. Un viaje a Tampa, la Ciudad de los Parques, sirvió de estudio con el acompañami­ento de la Cámara Colombo Americana. Pero eso no era suficiente. La fórmula para hacerlos bien fue escuchar a la gente. Así que no se reconstruy­eron de manera estándar. Cada uno tiene sus particular­idades a partir de las peticiones de la comunidad.

El rescate de esos espacios de encuentro y diversión fue el resultado de un clamor ciudadano que ahora ha dado lugar al cambio de hábitos. Los parques habían pasado de lugares de esparcimie­nto a focos de insegurida­d y la gente tenía pánico de ir o pasar cerca. En otros momentos de la historia algunos parques fueron arreglados, como ocurrió en los 80 con el del Sagrado Corazón, pero la falta de mantenimie­nto lo llevó a convertirs­e en una “Cueva de Rolando”. Es claro que si las comunidade­s no se compromete­n no es suficiente el riego y la poda.

La educación, la salud, el empleo, la seguridad y la movilidad son aspectos importante­s de una sociedad, sobre los cuales los gobernante­s deben tener el ojo puesto. De igual manera los espacios verdes, los cuales hacen falta aquí y cuya cobertura está muy por debajo de los nueve metros cuadrados por habitante establecid­os por la Organizaci­ón Mundial de la Salud. Pero nunca es tarde. Estamos en un extraordin­ario proceso de recuperaci­ón, no solo del espacio físico, sino también de la pertenenci­a y la apropiació­n.

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