Inseguridad
Diciembre de 2004. Colombia entera, avergonzada, le da la cara al mundo: el técnico campeón de la Copa Libertadores de América con el Once Caldas, Luis Fernando Montoya, ha sido baleado cerca de Medellín en un confuso atraco. El diagnóstico para el timonel nacional es demoledor: ha quedado cuadripléjico. Solo un milagro hará que pueda volver a caminar (¡el milagro se está dando!).
Febrero de 2019. Un asalto en las calles de la capital antioqueña ocasiona de nuevo una tragedia para una celebridad: el cantante y youtuber Fabio Legarda (29) ha sido asesinado. Todo parece indicar que una bala perdida ocasionó su muerte, que, en realidad, es la muestra fehaciente de la inseguridad que se vive en el país.
Antes de abandonar la Casa Nariño (¡enhorabuena!), a Juan Manuel Santos le dio por vendernos el cuento de que la Colombia que dejaba era una especie de paraíso, sin odios, sin crímenes y sin injusticias. Todo eso, claro está, gracias al “proceso de paz” entre su gobierno y la banda narcoterrorista de las Farc.
Pero qué va. Dolorosamente el nuestro es un país enfermo donde asesinar seres humanos es algo relativamente normal. La seguridad en Colombia hace agua desde hace nueve años. En las grandes ciudades la gente sale de sus casas con una duda entendible: “¿Será que regresó?”. Y si regresa, fácilmente lo puede hacer con una historia que contar: “Me atracaron” o “me robaron” en la calle o “me sacaron la billetera” en el autobús. La inseguridad campea en nuestra querida patria. Y los motivos son muchos. El primero, ese colombiano jodido y mala clase que casi todos llevamos por dentro desde 1492 o antes. Y el segundo, el narcotráfico.
En su afán por darles gusto a los narcoterroristas, Santos suspendió las aspersiones aéreas y nuestro territorio se llenó de cultivos ilícitos, es decir, de cocaína. Y todos sabemos que la droga es el origen de cuantos males padecemos. Pasamos de ser un país exportador a consumidor de drogas. Y quien consume drogas es un enfermo y, lamentablemente, un delincuente en potencia.
Todo lo anterior lo tiene claro nuestro presidente Iván Duque, quien esta semana presentó la Política de Defensa y Seguridad para la Legalidad, el Emprendimiento y la Equidad. “Soy un fiel creyente (de) que el matrimonio perfecto entre Seguridad y Justicia edifica el concepto de legalidad” y “la seguridad no se puede confundir con guerra”, indicó el gobernante desde Tolemaida.
Entonces, como era de esperarse, el ala mamerta –inclúyase en ella a los vencidos en combate– se le vino encima al jefe de Estado. Le dijeron que estábamos volviendo a los tiempos del expresidente Álvaro Uribe, que la mano negra estaba cerca, en fin, que el paramilitarismo estaba de regreso al país del Sagrado Corazón.
¡Por Dios, qué comentarios tan absurdos! Un país sin seguridad está llamado al fracaso. Es inviable. No tengo la menor duda de que la seguridad y la paz van de la mano. La anarquía no conoce mucho de paz porque en ella todo es un despelote, estilo Venezuela. Y eso es lo que quieren los mamertos para Colombia. Pero no les permitiremos semejante exabrupto. Al contrario, el presidente Duque tiene el respaldo del 99,9% de los colombianos cuando de seguridad se trata.
P.D.: ¿En qué irá a terminar lo de Hidroituango? Que Dios nos coja confesados. Qué tal que la naturaleza, por las burradas de los hombres, nos vuelva a castigar con la segunda parte de Armero.
Coletilla: Hoy me caso con el amor de mi vida . Les deseo a todos ustedes que encuentren ese amor que está más allá de toda comprensión .