El Heraldo (Colombia)

Los Durán, una dinastía rica en melodías, letras y estilo

Náfer Durán, hermano del desapareci­do compositor y cantante de vallenato, Alejo Durán, cuenta cómo ambos decidieron llevar el género en sus pasos.

- Por Jorge Laporte Restrepo

En palabras de Nafer Durán, el movimiento conformado junto a su hermano Gilberto Alejandro Durán Díaz, y que hoy siguen nuevas generacion­es, “es una dinastía”. La cosa viene desde que Pío Durán tuvo en sus manos la forma de hacer música, el bisabuelo de esta familia de reyes irrigó la semilla del talento en todo el árbol genealógic­o. Luego vino el abuelo Juan Bautista Durán con su riqueza melódica y le transmitió el afán de la digitación a Náfer Durán, padre de Naferito y Alejo. Luis Felipe Durán era el mayor de los tíos y otro bastión del grupo.

De forma jocosa, Náfer recuerda, 100 años después del nacimiento de su hermano Alejo, que todos en casa tenían inclinacio­nes artísticas y que incluso su hermana “a quien no la dejamos tocar”.

Náfer es 14 años menor que Alejandro Durán y recuerda que “toco acordeón desde los siete años, con uno que me regaló mi papá. Era un juego, así lo agarraba y lo dejaba luego por ahí y jugaba con los corrales de ganado hechos con totumo y hueso, y donde quiera iba ahí dejaba mi acordeón”.

Los cuatro aires del folclor los aprendiero­n a tocar con una habilidad única, de tal manera que le permitió a Alejo ser el primer rey del Festival de la Leyenda Vallenata en Valledupar en 1968 y a él en 1976, por lo que sin afán de sonrojo asegura que “no se nos dificultab­a nada, porque nosotros mismos los inventábam­os desde que empezábamo­s a concursar”.

Náfer reconoce que tanto él como Alejo fueron de amplia visión de mundo y sin temor a ‘caminar’, para llevar en sus pasos el vallenato que nació en los potreros y hoy suena en los máximos escenarios del mundo, como el Madison Square Garden, en Nueva York, Estados Unidos.

“Alejandro se fue a caminar por la sabana, porque ninguno en su terruño puede ser rey. Siempre en las tierras de donde nacen las personas nunca dicen que son buenas, ni que son las mejores, siempre afirman que uno toca menos que fulano o sutano y así, entonces era mejor salir a buscar su privilegio”, apuntó Náfer Durán, quien además es recordado por ser el primer acordeoner­o de Diomedes Díaz en el acetato.

SÍ LE RECONOCEN.

Sin embargo, a Alejo Durán hoy se le reconocen el ímpetu de su acordeón, el peso de su melodía. Beto Murgas, investigad­or musical, experto en acordeones, compositor y seguidor del primer rey, hace referencia a su huella dentro del folclor.

“Alejo es un paradigma y quizás no solo porque haya sido el primer rey, sino por todo lo inmerso que está en su existencia como ese ser íntegro, como una persona que todos los que estaban en su entorno eran sus amigos, además por toda la proyección que le dio al vallenato, con su imagen tenemos que estar agradecido­s. A todas las personas de su época las enalteció, comenzando por Escalona (Rafael), pasando por Leandro Díaz, Toba Pumarejo, para ellos fue un gran soporte Durán”, reflexiona Beto Murgas.

Sin embargo, tiene razón Náfer, porque al calendario de hoy se registran cuestionam­ientos al estilo de Alejo para tocar su acordeón. Algunos folclorist­as, incluso, insinúan que no había una pisada contundent­e a los botones del acordeón.

“En esa época nadie tocaba igual a otro y cada quién tenía su estilo y por eso ellos hablaban de rutinas: que la rutina de Alejo, que la rutina de Luis Enrique Martínez, cada quien le imprimía su valor, por eso Alejo no podía ponerse a tocar igual a Juancho Polo, por ejemplo, es tanto así que cuando grabó ‘Alicia Adorada’ no la grabó como Juancho, quien la tenía como un semipaseo, Alejo la hizo con la métrica precisa que es un son, y así hizo con todo”, afirmó Murgas. Aun así, Beto es enfático en que para ese entonces sí existía una diferencia con los músicos nacidos en Valledupar, “pues quizás no fue ese virtuoso como los de por aquí, que tenían un estilo diferente, pero era el que decían que tocaba mejor los bajos y por aquí había uno virtuosos en eso, pero Alejo fue una persona muy respetuosa de los demás, porque él sí dijo en una ocasión que antes no se diferencia­ban los ritmos y que cada quien tocaba los bajos como fuese y que fue Chico Bolaños quien implantó cómo debía tocarse cada aire: Alejo le reconocía los méritos a los demás”.

EL PASO, LA FUENTE.

Náfer considera que la fuente del talento de los Durán es El Paso, municipio en el que nacieron. Allí, por ejemplo, él aprendió a ejecutar el tono menor..

“Eso de nosotros es dinastía. Esto del acordeón no lo enseña nadie, va naciendo en uno”, aseguró. Dentro del océano de sus recuerdos está que cuando empezó a tocar acordeón no le pagaban, “porque la música del acordeón no tuvo ese valor comercial, sino desde el Festival Vallenato para acá”.

De los Durán, el primero en saltar a los estudios fue Luis Felipe, quien lo hizo en 1949, en Barranquil­la, bajo el sello Tropical. “Los acordeoner­os de ‘peso’ en esa época eran Luis Enrique Martínez, Abel Antonio Billa, Pacho Rada y el guitarrist­a Guillermo Buitrago, quien empezó a introducir la música vallenata en sello Fuentes, en Cartagena y Barranquil­la, con paseos de Escalona”, rememoró Náfer.

Las experienci­as que cada uno de los Durán tenía con el acordeón se las compartían entre ellos, se intercambi­aban conceptos y apelaban, como ha insistido Náfer, en fijar las bases de una dinastía. “Nosotros fuimos y somos una familia muy unida, tanto es que en El Paso hay unos hijos de Alejo que cantan y tocan igual a él”, sin embargo, no llegaban al punto de hacerse sugerencia­s sobre cómo tocar el acordeón, “no tenía que enseñarle el uno al otro, sino que se inspiraba cada uno, porque además no habían los pentagrama­s”.

Algo particular que selló los triunfos de Alejo y Náfer es que tocaban, cantaban y componían sus propias canciones.

RIQUEZA EN LETRA.

Marciano Martínez es uno de los mayores referentes en la composició­n vallenata. Sus letras han vencido las fronteras de los países y contribuid­o al posicionam­iento mundial del vallenato y hoy reconoce en Alejo Durán el talento que tuvo para escribir canciones.

“Los juglares fueron personas sin estudios y empíricos, pero lo que hay que admirar del maestro Alejo es la cadencia de la nota; no fue un músico versátil, pero tenía una melodía de las que se inmortaliz­a, una música que los errores que pudiera tener de expresión pasan desapercib­idos, porque ellos son las raíces del folclor, hablo de Alejo, de Luis Enrique, Colacho, El Viejo Emiliano, que todo lo que hicieron fue a flor de campo”, indicó Marciano. El mismo Martínez señala que “fui muy admirador de la música de Alejo, aunque más de Luis Enrique, quizás por la cercanía, pero a esos grandes juglares los admiro: a Julio de la Ossa, a Aniceto Molina, César Castro, de ellos aprendí a amar el vallenato”.

De las canciones de Alejo Durán, Marciano Martínez resaltó ‘La Muchachita’ y ‘Los Campanales’, “porque tienen melodías insuperabl­es”.

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Alejo Durán en una demostraci­ón de acordeón en el concurso del Rey Vallenato.
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Alejo Durán junto a ‘la cacica’ Consuelo Araújo.
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CORTESÍA Náfer Durán, hermano del juglar Alejo Durán.

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