Los ninguneados
El domingo pasado, en el marco del Hay Festival, la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie estuvo en un conversatorio en el barrio Nelson Mandela de Cartagena. El evento fue una excelente oportunidad para que Chimamanda se diera cuenta de qué se esconde bajo el tapete en este país, las miserias hipócritas que, además, se concentran a modo de caricatura en Cartagena de Indias. La autora de Americanah, una de sus obras más reconocidas, preguntó qué hacía el gobierno colombiano por los pueblos negros de este país, y allí empezó todo: incomprensibles gritos de la gente se tradujeron en la voz de una mujer que con claridad dijo “Stop kill black people”. Paren de matar a la gente negra. Todo se había empezado a salir de las manos, el público era una masa orgánica dispuesta a denunciar y a desmentir. La situación se puso peor cuando la ministra de Cultura subió al escenario y en su saludo mencionó al presidente Duque y la política turística cultural del gobierno.
Chimamanda parecía querer comprender qué pasaba y se refugiaba en su traductor. La gente no paraba de abuchear cada palabra de la funcionaria y solo guardaron silencio cuando la ministra pidió que se subieran a la tarima las 30 escritoras negras colombianas que hacen parte de un programa del ministerio. Pero ninguna otra escritora habló, sino que se tomaron una foto grupal con la escritora nigeriana. Luego bajaron a todas, las montaron en los carros y se las llevaron. Atrás quedaron los grupos culturales del barrio que habían planeado homenajear a la invitada especial. La noche anterior, Chimamanda había estado en el Centro de Convenciones y después de su conversatorio con Alma Guillermo Prieto, dejaron –como es usual en este festival de literatura– que el público hiciera varias preguntas y compartiera comentarios. En Nelson Mandela no se abrió el micrófono nadie. Convierten el barrio en una tarima y pretenden que sus habitantes adquieran una condición de extras de cine. Mientras a la gente negra la siguen matando, solo en Nelson Mandela han asesinado a siete líderes sociales y sus líderes actuales están amenazados. De sus cuellos cuelgan unos botones de pánico, pero algunos aseguran que cuando los presionan la Policía puede tardar horas en atender el llamado. No hay puesto de salud ni un centro cultural. Nelson Mandela parece sostenido por la mano de la virgen de la Candelaria, o cualquier otra virgen o alguna divinidad misericordiosa. Claro que es importante que el Hay Festival siga realizando eventos con escritores en esta comunidad, pero debe revisarse cómo estas actividades contribuyen a la vida de la gente de Nelson Mandela. El innecesario saludo propagandístico de la ministra de Cultura fue una estocada lacerante contra la realidad de muchos barrios de ciudad, donde justamente la política turístico-cultural –o lo que sea que eso sea– los ha dejado al margen. En la tal fantástica, en esta Cartagena de proyectos turísticos y grandes eventos culturales, la gente pobre –que es la mayoría– sigue siendo los nadies, los ningunos, los ninguneados –como diría el poeta–.